Cien semillas que volaron

Portada de «Cien semillas que volaron» de Isabel Minhós Martins y Yara Kono, Coco books

«Un árbol estaba a la espera de esperanzas». Que este espectacular comienzo no te asuste ni apabulle. Tranquila, deja que las ramas del árbol te arropen y acojan y simplemente respira profundamente para dejarte llevar por el viento.

Dejarse llevar. Como las semillas que salieron de las piñas del pino y como pájaros volaron hacia distintos lugares en busca de uno en el que echar raíces y florecer.

Pero a pesar de que el árbol había puesto todas sus esperanzas a veces las cosas no salen como uno espera…Aunque lo que si sabe hacer un árbol es justamente eso: esperar y esperar.

Saber esperar


Confío con todo mi corazón que aquellos que me seguís y leéis hayáis sabido esperar con paciencia (mucha mucha paciencia) a que volviera con una nueva recomendación. Desde aquí os doy las gracias por continuar visitándome y pido perdón por la ausencia ya demasiado larga para tener una justificación.

Pero a veces hay que parar un poco para volver con ganas. Hay que tener paciencia y saber esperar hasta encontrar aquel libro especial que te hace saltar del asiento y querer hablar de él a tus conocidos. No por mucho correr las cosas salen mejor, y soy de las que prefiere que si se hace, se haga bien. No me gusta publicar por publicar, y si no encontraba ese álbum del que hablar no le veía sentido a escribir nada.

Ilustración con texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Hacía meses que eso no ocurría y, para mi alegría, eso me ha pasado con dos álbumes durante estos últimos días. Hoy os traigo uno de ellos: «Cien semillas que volaron«.

Este álbum de la autora y también editora portuguesa Isabel Minhós guarda en su interior muchas cosas hermosas, como la piña del pino guarda en su interior las semillas.

La primera de ellas y para mi lo que más me gusta, esa alabanza al saber esperar, algo que deberíamos aprender de los árboles, entre otras muchas cosas.

El árbol espera y espera con tremenda paciencia y esperanza a que las estaciones pasen y que de sus ramas crezcan frutos. Sueña con un día especial, ese día en el que las piñas que habían crecido se secan para dejar escapar a las pequeñas semillas voladoras.

Como todo padre, el árbol se siente orgulloso de sus pequeñas semillas, de verlas volar y marcharse, de verlas aterrizar y volver a remontar el vuelo. Y una vez que se van vuelve de nuevo a esperar a que otro acontecimiento llegue, aunque no sepa ni cuando ni dónde será.

Rimar, contar y mirar


La autora nos propone un texto rimado y cantarín, divertido y a veces incluso guasón. Esto, unido a los números que van bajando y a esa sencilla repetición hace que la historia sea ágil, fluida y amena y que den ganas de seguir volando junto a las semillas.

Los dibujos son rotundos, coloridos, grandes, inundan las páginas y nos sitúan en ese bosque en el que imaginamos está el árbol. Una ilustración que para esas primeras edades lectoras de 0 a 5 es especialmente atractiva y les mete de lleno en el álbum.

En cada nuevo lugar un buen montón de semillas va quedando. Lugares habitados por personajes que, con su sola presencia, consiguen que todo cobre vida y tenga sentido a los ojos del niño que lo contempla: el río, la carretera, la montaña. Lugares no nombrados a veces, pero no por ello no imaginables: el jardín repleto de pájaros, el parque con ardillas y niños, la pradera con pequeños y juguetones conejos…

Formas geométricas, planas, grandes y vistosas. Algunas sobresalen de los bordes del libro de manera que, por un lado, dejan que la imaginación del lector sea la que complete el resto de su figura, y por otro, permiten a las autoras llamar nuestra atención sobre aquello en lo que quieren que nos fijemos.

La amabilidad de lo sencillo


A pesar de esas formas rectas y planas, de los colores y de los tamaños, todo en este libro tiene un regusto amable y delicioso. Lejos de la ñoñería, de los lugares comunes, de pretender nada pero consiguiendo decir mucho.

Una lectura que parece que acaricia, que anima a la paciencia, a ir meditando en los lugares en los que las pequeñas semillas se van quedando y por qué no son, en un principio, los mejores sitios donde una semilla puede llegar a ser algo más.

Es una delicia cuando te encuentras un texto así en el que va enseñando al lector que en la literatura no tenemos que dar nada por supuesto y que hay que seguir indagando y leyendo, mirando y pensando, buscando y rebuscando hasta dar con el desenlace. Que la lectura nos suponga pequeños retos y que esos retos crezcan con nosotros. Y que superar esos retos literarios sea la recompensa y el aliciente para buscar nuevos libros y nuevos retos.

Ilustración y texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Lecturas que nos enriquecen por dentro, no solo porque nos «enseñen» algo sino porque nos interpelan, nos hacen pensar, nos hace cuestionarnos cosas y nos invitan a seguir investigando, preguntando y cuestionando.

En «Cien semillas que volaron» nos encontramos con la naturaleza puesta en la palma de la mano para que la podamos admirar y aprender de ella. Una lección sencilla sobre el proceso de reproducción de los árboles y de cómo consiguen repartir sus semillas por el mundo.

Pero también es un canto a la calma y la espera, una invitación a observar lo que tenemos a nuestro alrededor y a apreciar nuestro entorno por pequeño que sea, aunque sea una pequeñísima semilla.

Un libro que da gusto mirar, que arranca una sonrisa con solo contemplarlo. Un libro que alimenta…si, también es un libro que enseña, pero ¡ay! es que enseñar enseñan muchos pero no tantos son los que de verdad alimentan.

Datos Bibliográficos

Título: Cien semillas que volaron

Autora: Isabel Minhós Martins

Ilustradora: Yara Kono

Traductora: Mireia Alegre i Clanxet

Edición: Barcelona: Coco books, 2018

Edad: + 2 años

Camino a la poesía

¡A LA COMBA!
Comba, comba, 
la que gane, que se ponga, 
la que pierda, que se vaya. 
Vaya, vaya, 
la valla del corral, 
el pollo sin pelar, 
la niña le echa la sal. 
Vaya, vaya, 
la arena de la playa. 
La niña con la ola, 
sola, sola. 
Vaya, vaya, 
quien pierda, que se vaya. 
Comba, comba, 
quien gane, que se ponga. 
                   Gloria Fuertes

¡Feliz día de la poesía! Ayer en muchos lugares se celebró el Día de la Poesía con hermosos recitales presenciales, en diferido, con poesía por teléfono, compartiendo autores y poemas en redes sociales…así que yo hoy quería hablaros de dos libros de poesía que me han tocado especialmente y no por las mismas razones.

¿Hay caminos que nos llevan a amar la poesía para siempre?, ¿por qué muchos nos descolgamos de sus redes tan pronto?, ¿qué hace que ese lenguaje con el que nacemos y aprendemos a decir nuestras primeras palabras se nos vuelva niebla ante los ojos a partir de ciertas edades?

Muchas son las dudas que me surgen sobre dónde está el error y sólo hay una cosa que tengo clara: la poesía es algo sin lo que el mundo sería un lugar muchísimo más triste en el que vivir y sin ella nada sería igual. Y es que hay cosas que no pueden «no existir», no podemos permitírnoslo.

Creo que es más fácil de adulto decir aquello de «no, yo es que la poesía no la entiendo» y así no tener que dar más explicaciones. Cosas de adultos que los niños tienen mucho más superadas, creo yo. Porque los niños si «la entienden». No solo eso, además la juegan, entienden su juego y lo disfrutan, bailan en ella, imaginan, ven, con una mirada mucho más clara que la nuestra, mucho más limpia, mucho más sencilla y libre.

Puede que lo que hoy os traiga sean dos posibles caminos para no olvidar esa poesía que bebemos en nuestros primeros años de vida y que nos ayuda a entender ese nuevo mundo al que acabados de llegar. Hay muchos más caminos, por suerte. Estos dos no son ni paralelos ni perpendiculares, no son ni contrarios ni iguales, no son ni mejores ni peores, pero son los dos maravillosos y podemos tomarlos tantas veces como queramos y en el momento que nos plazca.

El primero es un clásico ya entre los libros de lectura recomendada en los colegios de educación primaria: «Por caminos azules: Antología de Poesía Infantil», de Jaime García Padrino y Lucía Solana, con ilustraciones de Luis de Horna, editado en la colección Sopa de Libros por Anaya.

En este librito de menos de 100 páginas encontramos poemas de enorme belleza que salieron de la pluma de algunos de los más grandes en este arte: Lorca, Luis Rosales, Carmen Conde, Gloria Fuertes, Gabriela Mistral, León Felipe, Machado, Ángela Figueira Aymerich, Celia Viñas, Unamuno…y más.

Durante la etapa Infantil diariamente tenemos contacto con la poesía, la rima, el ritmo de las palabras, las nanas, las retahílas, los cuentos rimados, los juegos de corro, los juegos de palmas, los juegos para las rutinas diarias, para las partes del cuerpo, para saludar, para despedir…pero al pasar a primaria, al menos esa ha sido nuestra realidad, la de mis hijos, ese mundo se empieza a diluir y los libros ya solo pueden ser para ejercitar y afianzar el proceso de lectura.

Por eso este libro siempre me ha parecido un enorme acierto de recomendación de lectura en cursos como 2º, 3º o 4º de primaria (yo diría para siempre pero ¡no pidamos la luna!). La pena es que a veces (todas las veces en nuestro caso) la falta de tiempo, los estrictos planes académicos que se exigen a maestros y alumnos, la falta de motivación o, puede ser incluso, la falta de atracción hacia la poesía por parte del docente, haga que los poemas pasen simplemente como un medio para trabajar la memorización y, en el mejor de los casos, la dicción y la expresión oral.

LA MEDIA LUNA ES UNA CUNA
La media luna es una cuna, 
¿y quién la briza?
y el niño de la media luna, 
¿qué sueños riza?
La media luna es una cuna, 
¿y quien la mece?
y el niño de la media luna, 
¿para quién crece?
La media luna es una cuna, 
va a luna nueva;
y el niño de la media luna, 
¿quién me lo lleva?
          Miguel de Unamuno

¿No podemos utilizar esta bella nana, que Unamuno escribió cuando nació su primer nieto, para comenzar una clase sobre, qué se yo, las fases de la luna? Igual Unamuno me odiaría profundamente o puede que pensara que introducir la poesía dentro de la rutina diaria ayuda a que la bajemos a la cotidianidad y la sintamos como una forma más de expresarnos, incluso a veces la única manera de poder decir eso que sentimos y para lo que no encontramos otras palabras.

Si para bajar al patio a la hora del recreo de la mañana utilizamos «El juego» de una de las recopiladoras de esta obra, Lucía Solana, se convertiría en una canción más, que iría a los hogares de los alumnos y podría saltar al patio de la propia casa, o al parque, o a la plaza. Y así cientos de niños hablarían un mismo idioma gracias a ese «paso, pasito, pisotón».

EL JUEGO
Paso, pasito, pisotón. 
Corre, corre
que te pillo. 
En la acera
juego el niño
y en la fuente, 
el jilguero. 
Paso, pasito, pisotón
quieto, quieto
que te veo. 
En la plaza 
saltan los niños
y en  el agua
los luceros. 
Paso, pasito, pisotón, 
tú y yo
somos uno, 
somos dos. 
Lucía Solana

Pero en el patio del colegio, ya en pleno juego, también podemos recurrir a «¡A la comba!» de Gloria Fuertes con el que iniciaba la reseña. Y así, con esa cadencia que invita al salto acompasado de la cuerda que va y viene, seguiríamos normalizando la poesía en nuestro diario, haciendo que el lenguaje poético sea uno más de los muchos que utilizamos en el día a día y que leer poesía solo sea una más de las muchas cosas que niños y adultos pueden y quieren leer.

Podemos encontrar poemas para la hora de la clase de matemáticas, la de ciencias, para plástica o para educación física. Porque no hay lugar en el que un poema no sea adecuado y agradecido. Además de no costar nada, el beneficio es tan grande que merece la pena intentarlo, ¿verdad?

Puede que no se vea la «utilidad» en la lectura por placer de un poema cada día, porque esa utilidad no es tangible, ni medible ni evaluable. Pero eso no significa que no exista su valor. Nutrir el alma es útil, necesario y lo mejor que un niño puede sacar de la escuela primaria.

Mirando y remirando, leyendo y releyendo, encontraremos escondidos entre los poemas caricias, juegos, saltos, risas, sueños, letras, bostezos, adivinanzas, dibujos y garabatos, números, cuentas…infancia y verdad. Un tesoro en sus manos que deberíamos ser capaces de hacerles apreciar.

Portada de «El camino de las manzanas» de Estrella Ortiz, ilustrado por Mar Azabal, OQO Editora.

El segundo camino de hoy es Estrella Ortiz, tal cual. Podéis elegir cualquiera de sus libros, para cualquier edad, aunque adora a los más pequeños con los que tiene un don especial. «El camino de las manzanas» estaba listo para salir publicado justo cuando llegó el confinamiento y su autora, fiel defensora de las librerías, decidió esperar a su publicación hasta que las librerías no empezaran a reabrir. Así, su publicación se retrasó a mayo del 2020.

Es una historia sencilla, tanto que pareciera que ya la conocemos. Da la impresión de que esos pequeños animalillos son esos mismos que habitaban nuestros cuentos de la infancia, que Margarita, la de los dedos verdes y el cabello blanco, en algún momento vino a socorrernos igual que hace con la niña que busca las manzanas. Y así con ellos, animales y humanos, caminos y manzanos, vamos recorriendo un camino que seguramente ya hemos recorrido en alguna ocasión.

No importa, nada importa. Estamos a salvo entre amigos, y solo queda disfrutar, pasear, trenzarnos una corona de flores, escuchar lo que las hojas del árbol nos susurra al compás del viento:

«Cada uno da lo que tiene. Cada uno da cuando puede.»

Mar Azabal se ha encargado de ilustrar este cuento en verso de Estrella Ortiz y lo ha hecho con delicadeza y originalidad. Un collage en el que parece que podemos (queremos) tocar los rugosos troncos de los árboles. La dulzura del rostro de la niña, el de Margarita, la ternura en las miradas llenas de vida de los animalitos…todo el álbum rezuma amor, naturaleza, paz, ternura, cariño por el planeta, por los seres vivos.

¿Se le puede pedir más a un libro? Yo creo que no.

Es una historia sencilla pero que engloba muchas de las cosas que ocurren en la infancia: el miedo, la responsabilidad, la imaginación, la necesidad de jugar, la ternura, la búsqueda de respuestas, el gusto por encontrarlas, acumular tesoros en los bolsillos…

Dentro de la bibliografía de Estrella Ortíz la naturaleza es una de sus constantes. Y a través de su poesía aprendemos a quererla y respetarla, a ver en ella amistad, cariño, cuidado, calor, un lugar en el que estar y vivir felices.

Si en lugar de recomendar tantos y tantos libros para «trabajar las emociones» nos sentáramos con los niños en torno a libros como «El camino de las manzanas» el resultado sería mucho más enriquecedor tanto para los niños y niñas como para el adulto mediador. Porque la poesía nos ayuda a decir cosas, a hablar, a expresarnos. Porque en la poesía no hay una sola forma de entender el texto, sino una por cada lector que la lee o la escucha. Y si la poesía nos acerca a personajes y situaciones como las que vive esta pequeña niña en el bosque, y se la acercamos a niños y niñas como ella, el resultado será sorprendente. Solo hay que querer probar. ¿Te animas?

Espero que todos los días sean el Día de la Poesía y que en todas las escuelas se lean poemas a diario. Por nuestro bien y sobre todo, por el bien de los niños.

Bibliografía

«Por caminos azules»

Edición: Madrid, Anaya,1999

Illustrador: Luis Ignacio de Horna

Editores: Lucía Solana, Jaime García Padrino

«El camino de las manzanas»

Edición: Madrid, OQO Editora, 2020. 40 pags.

Autor: Estrella Ortíz

Ilustradora: Mar Azabal

Jugando cuentos VI

Portada de "Las gafas de ver" de Margarita del Mazo y Guridi, editado por La Fragatina
Portada de «Las gafas de ver» de Margarita del Mazo y Guridi, editado por La Fragatina

Queridas familias:

Vuelvo de nuevo, más de un mes después de la última entrada. Vuelvo después de aquellas semanas de actividad frenética en la que publiqué las 5 primeras ediciones de Jugando Cuentos en cuestión de pocas semanas. Aquella «hiperactividad» supongo que fue debida a ese subidón que muchos sufrimos durante esas primeras semanas de confinamiento, esa necesidad de hacer cosas, para los demás, para uno mismo, para llenar horas, todas las posibles y así no pensar demasiado, no dejar que el miedo hablara.

Esa euforia ha dejado paso a otras sensaciones distintas. Ahora son otras las labores que hay que hacer y que ocupan prácticamente todo mi tiempo, aún haciendo lo mismo. Ahora son los de aquí, los de mi propia casa, los que más me necesitan, mucho más cada día que pasa, cada día que el tiempo que hace que la vida es como es ahora es mayor. Dos meses sin ver a los amigos de frente, sin correr por el patio, sin criticar la comida del comedor e inventar trucos para no comérselo todo, sin jugar a mil juegos distintos en escasa media hora. Dos meses sin abrazar a tu maestra/o. Dos meses en una vida pequeña es una eternidad y esa brecha se les hace cada día un poquito mas pesada de soportar. De ahí que el tiempo del que dispongo para mi misma ahora sea muy limitado, porque prácticamente todo es para ellos.

¿Os pasa a vosotros también que, estando en el mismo sitio que hace dos meses, la forma en que actuamos, las cosas que hacemos, ha ido cambiando y nosotros mismos nos comportamos de forma distinta? Igual es una idea mía, una más de las muchas ideas que se me pasan por la cabeza.

Pero los cuentos no se van a ningún lado y de hecho lo bueno es que siguen llegando, de muchas y diversas maneras. Cuentos que hacía mucho que no contábamos, cuentos nuevos, cuentos olvidados, cuentos impresos, susurrados, hablamos, contados, cantados…Los cuentos nos ayudan a sobrellevar todo mucho mejor.

Desde hace unos días le doy vueltas a varios cuentos con los que poderos ofrecer más juegos en familia a través de los cuentos. Por casualidad, justo antes de que cerraran las bibliotecas en marzo, había ido a la biblioteca de mi barrio en Carabanchel (Madrid). Buscando libros inspiradores con los que poder trabajar en talleres o en mis clases de teatro infantil me llevé, entre otros «Las gafas de ver» de Margarita del Mazo.

Aquí lleva con nosotros desde entonces. Más de 55 días en casa, acostumbrándonos tanto a su presencia que, cuando toque devolverlo, alguno en casa me dirá «¿ah pero no es nuestro?».

«Las gafas de ver» fue publicado por La Fragatina en 2013 e ilustrado por Guridi. Es un álbum en el más puro sentido de lo que esto quiere decir: un libro en el que texto e imagen van de la mano y tienen el mismo peso y relevancia para entender la historia.

En este caso Guridi, autor del que me encanta todo su trabajo, tanto cuando solo ilustra como en sus propias producciones literarias, ha creado un Carlitos divertido y tierno. Con la sola presencia de unos trazos a lápiz negro con algunos toques de color rojo, muy pocos azules y escasos verdes o amarillos, es capaz de recrear un mundo entero. Hay, en ese fondo blanquísimo, unos escenarios repletos de cosas que el niño lector sabrá adivinar con solo mirarlo. Una capacidad artística que Guridi maneja como pocos.

En este enlace podéis consultar las librerías en las que se puede adquirir a través de la plataforma creada por la Cegal Todostuslibros.com. Se trata de una iniciativa de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) para encontrar de forma fácil libros comercializados en España y LATAM. Solo poniendo el título del libro podemos encontrar las librerías en las que se comercializa con todos los datos de contacto. Os animo a visitar la página y, tanto si tenéis una librería cerca como si no, acudáis a esta útil herramienta y compréis en librerías porque ellas son y serán siempre grandes centros de cultura para todos y necesitan de nuestra ayuda, como tantos otros trabajadores que se han visto muy afectados con la situación que aún estamos viviendo. Así que ya sabes, #Apoyaatulibrería.

"Ella caminaba convencida de que era el viento el que le abría las puertas a su paso" Margarita del Mazo y Guridi
«Ella caminaba convencida de que era el viento el que le abría las puertas a su paso» Margarita del Mazo y Guridi

En «Las gafas de ver» conoceremos a Carlitos, que vive enamorado de Inés y sueña con que algún día se fije en él. Un día a Inés le ponen gafas y cree que ahora será su momento: ¡ahora le verá! O a lo mejor la solución es que el se haga llamativo para que ella se fije en él ¡usando también gafas!. Había muchas a su alcance así que se puso a buscar.

La historia de Carlitos es divertida, tierna y sorprendente, muy sorprendente. De esas en las que, al terminar, tienes que volver a verla de nuevo. Y es que ¡la de cosas que se nos pueden pasar por alto a diario por no fijarnos bien!

Así que sobre, esa idea, se me han ocurrido tres juegos para que los practiquéis en familia. ¿Preparados? Pues allá vamos. ¿Jugamos?

Unas gafas para ver…

La primera propuesta de juegos de hoy es una actividad plástica: hacer unas gafas de cartulina. Aquí os dejo unas plantillas de unas gafas básicas para imprimir o simplemente calcarlas. También podéis hacer dos círculos iguales y unirlos con el puente de la gafa. Es solo una base para crear nuestras propias gafas.

Lo realmente divertido empieza una vez que tenemos las gafas ya dibujadas en una cartulina blanca. El siguiente paso es adornar nuestras gafas a nuestro gusto, pensando en qué vamos a ver a través de ellas. Por ejemplo, si queremos que a través de nuestras gafas se vean nubes rosas podemos hacer dibujos de nubes alrededor. Puede que pensemos más en unas gafas deportistas y por eso le podremos poner balones de fútbol o baloncesto decorando la «montura» de las gafas.

Para decorar nuestras gafas de ver y darle la forma que queramos solo necesitaremos lápiz, colores (rotuladores, pinturas, acrilicos), gomets o pegatinas si queremos y un palito de helado de madera si lo tenemos. Si no tenemos puede servir un palo de brocheta, un palillo chino de los que se utilizan para comer o un lápiz mismo. En definitiva, un palito con el que sujetar las gafas tal como se ve en las fotos de mis alumnos de la clase de teatro infantil.

A pesar de la alergia, yo quiero ver flores

Una vez que hemos creado las gafas, si tenemos por casa, podemos añadirle un cristal con papel celofán de colores, pero es opcional. Solo si nos invade la creatividad y tenemos forma de llevarlo a cabo.

Ahora viene el momento de hablar de nuestras gafas porque cada uno deberá decir a los demás participantes:

  • ¿qué se ve a través de tus gafas?
  • ¿de qué color o colores se ven las cosas a través de tus gafas?
  • ¿a quién le dejarías tus gafas y por qué?
  • ¿son gafas para usar a ratos o para llevarlas siempre?

Cuando hice esta actividad con los niños de teatro (¡cuantísimo os echo de menos chic@s…ay!) sus respuestas fueron maravillosas, todas, cada uno en su estilo. Una de ellas fue Dana de 5 años, que me dijo que por sus gafas veía flores y que se veía casi todo rosa y un poco azul y le dejaría las gafas a su mamá para que viera flores y así se pusiera contenta. Guille, de 6 recién cumplidos, se las dejaría a su futuro hermano/a para que viera los juguetes que le iba a dejar cuando fuera más grande. Y Fran, de 7, veía el mar y muchos peces y a través de sus gafas se veía de todos los colores del mundo.

Papás, mamás, animaos a jugar y a mirar por estas gafas como miran los niños. Porque ellos si que saben mirar bien, ¿a que si?.

¡Fíjate!

Con este segundo juego os invito a fijaros en las cosas que nos rodean y a redescubrir cosas. Ahora que los paseos ya son posibles y que los niños pueden salir una hora a caminar o montar en patinete o bici, la propuesta es que en uno de esos paseos os dediquéis a buscar:

  • algo en lo que no os habíais fijado nunca
  • algo que haya cambiado en este tiempo sin poder salir
  • algo de la naturaleza que rodea vuestra casa que esté distinto
  • algo que os llame la atención de ese paseo especialmente

Podéis introducir variantes para días sucesivos como buscar cosas de un color determinado y después, en casa, contar quién encontró más. Cosas que empiecen con una letra concreta…

Lo ideal es que lo compartamos al volver a casa, de manera que, al día siguiente cuando salgamos otra vez, el resto pueda buscar esas cosas en las que nos hemos fijado. Igual alguna también es una sorpresa para los otros y las de los otros para ti. Y os puedo asegurar que es un juego que nunca se agota porque a nuestro alrededor siempre podemos encontrar cosas sorprendentes, nuevas, o al menos, curiosas.

Camuflado

La tercera propuesta es también creativa y plástica. En un folio cada participante debe dibujar repetidas veces 3 objetos. Según la edad de los niños, o lo que nos queramos complicar, los dibujos pueden ir desde una forma geométrica hasta caras tipo emoji con tres gestos distintos, casas, coches, árboles y un largo etc.

Lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de dibujar es:

  • No dibujar más de 4 objetos distintos
  • No utilizar más de 3/4 colores distintos
  • Cada objeto lo dibujaremos muchas veces con colores distintos y tamaños distintos
  • Tendremos que rellenar lo más posible el folio con los 3/4 tipos de dibujos mezclados como si fuera una gran sopa

Cada participante deberá pensar en un objeto secreto que va a ocultar entre esa sopa de dibujos. Lo incluirá en el dibujo como si fuera un dibujo más pero este solo lo dibujará una sola vez, quedando camuflado entre el resto de dibujos.

Hay que intentar que el dibujo camuflado no destaque mucho del resto. Es por eso que las figuras geométricas puede que sean las más apropiadas para los más pequeños. En mis dos dibujos que podéis ver en la imagen hay un objeto camuflado ¿los encontráis?

Una vez completados nuestros dibujos los intercambiaremos con el resto de participantes para intentar encontrar el objeto camuflado de los demás.

Hasta aquí los juegos de hoy. Espero que disfrutéis jugando en familia y si os animáis a mandarme por correo a cuentosparamatilda@gmail.com vuestras creaciones de gafas o de dibujos camuflados, las compartiré en mi página de Facebook y en el canal de Istagram @susanatresbotones con los datos básicos que vosotros queráis (edad, nombre de pila) ¡Me encatará ver vuestras propuestas!

HASTA MUY PRONTO FAMILIAS CUENTERAS

Jugamos un cuento V

Portada de ¿Qué hace falta? de Gianni Rodari, traducido por Xosé Ballesteros, Ilustrado por Silvia Bonanni, editado por Kalandraka

¿Qué hace falta para hacer una mesa? – ¡Madera! – contestarán los niños, por regla general, aunque igual alguno contesta ¡dinero!. ¿Y para conseguir la madera, qué hace falta? – ¡Un árbol! – dirán algunos, o puede que la conversación torne hacia la industria, los carpinteros o vaya usted a saber… Las conversaciones con los niños se sabe por dónde empiezan pero nunca dónde va a terminar. El caso es que así, con estas simples preguntas, poco a poco, llegaríamos a descubrir cuál puede ser la esencia de la mesa, su verdadero origen y todo lo que hace falta para conseguirla. Una idea sencilla que Rodari convirtió en poesía.

No era este el libro del que quería hablar para esta quinta entrega de Jugando Cuentos. La cosa iba más hacia lobos y ratones, pero el caso es que llegó la primavera y el sol, ese sol que nos gusta tanto; el sol que entra por las ventanas a donde mi familia y yo nos asomamos para absorber toda la vitamina D que seamos capaces; ese sol y ese frescor de la calle que huele a vida, a vida naciendo en los árboles, en los jardines, en los parques y los bosques, incluso en las medianas de las carreteras, en las rotondas y en las jardineras de los balcones. Esa vida que está tomando las calles vacías, como los pájaros que ahora caminan tranquilos por las carreteras sin miedo a que un peatón o un coche pase.

Junto con la llegada de ese sol y esa primavera, yo preparaba junto a mis compañeras del Grupo La Espumadera, la reseña de «Y de pronto es primavera» y leyendo lo que de aquel precioso y poético álbum decíamos, que las cosas, en realidad, no ocurren ni llegan «de pronto«, que todo necesita de un camino, de un proceso, de tener paciencia, mucha paciencia y de poner todo el cariño y amor de que seas capaz para que las cosas lleguen a buen término, en ese momento pensé en el «¿Qué hace falta?» de Gianni Rodari. Porque ¿Qué hace falta para hacer cualquier cosa?.

Da igual si se trata de escribir una entrada en un blog, hacer la comida del día, entregar el informe al jefe, colocar la ropa lavada y planchada en los armarios, leer un cuento, cantar una nana, o preparar un café. Todo se vuelve mejor si en el proceso somos conscientes de todo lo que supone hacer cualquier cosa y hacerla bien. Prestar atención, estar presentes y fijarnos en todo lo que hace falta.

Nuestra vida diaria nos hace correr, constantemente. Corremos tanto que incluso ahora, que no podemos, seguimos corriendo con nuestra mente. Seguimos intentando cubrir todas las horas de nuestro día (y el de los demás) en mil tareas sin pararnos un momento a pensar en el proceso y disfrutarlo. A pesar de todo, disfrutarlo o al menos dedicarle un poco de tiempo a pensar.

Rodari le dio forma a esa idea y lo convirtió en un poema o una retahíla, un silogismo poético, que después fue canción gracias a Sergio Endrigo y se convirtió en una de las canciones infantiles más populares en Italia: «Ci vuole un fiore».

Por eso hoy os invito a jugar con el álbum que Kalandraka ha reeditado con motivo del Centenario Rodari que se celebra este año. Un Centenario que yo pensaba celebrar esta semana junto a un montón de niños en varias bibliotecas de Madrid con motivo del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se celebra el día 2 de abril. Pero lo celebraré igual, disfrutando de su obra, contando sus cuentos a los míos, jugando con la palabra como Rodari nos invitó a hacer, creando fantasías tal y como él siempre quiso que los niños y no tan niños hiciéramos. Os invito a jugar este cuento y a elegir una sola cosa de las que hacemos en el día sin pensar y le dediquemos un tiempo a reflexionar sobre qué hace falta para hacer esa cosa bien, realmente bien, para que resulte todo lo buena y perfecta que soy capaz de hacer. Solo una cosa, da igual cual, escribidlo en un papel y leedlo. ¿son muchas cosas? ¿pocas? ¿cuantos pasos necesita? ¿lo haríamos todos igual que tu? ¿qué hace que sea tu forma de hacerlo y no la de otro? ¿cuanto de ti hay en esa forma de hacer esa cosa? ¿es posible que tu hagas especial el resultado? Solo lo sabrás tu pero igual no está de mas saberlo, ¿no?

Os dejo aquí un pequeño cuento con la retahila y la canción que Sergio Endrigo compuso a partir de la retahíla de Rodari, un clásico en la cultura italiana. Después, ya sabéis, os espero para jugar.

Para hacer un collage

La ilustradora del álbum editado por Kalandraka, Silvia Bonanni hace magia con el collage. En esta ocasión el resultado no podía ser más acertado con la idea que intenta transmitir Rodari con su sencilla retahíla. Os invito a ver este vídeo de la ilustradora en el que nos propone hacer una estructura móvil con varios trozos de papel de colores fácil de hacer y que ayuda a liberar y hacer crecer la creatividad.

Siguiendo esa idea del collage la propuesta del primer juego de hoy no podía ser más sencilla: crear nuestro propio collage. Pero ¿de qué?. Pues de nuestra casa:

  • Elegir una estancia de nuestra casa para reproducirla
  • Buscar revistas viejas de cualquier tipo, incluidos periódicos
  • En caso de no tener revistas o periódicos, hacer acopio de todo tipo de papeles de colores y de distintas texturas, papeles que se vayan a tirar de facturas, etc. También valen retales de telas
  • En un folio intentar reproducir esa estancia con recortes de las revistas (buscar mesas, camas, lámparas, teles, radios…) e ir creando nuestra estancia mediante un collage.
  • Si lo hacemos con papeles de colores intentar jugar con los colores y texturas relacionándolas con los objetos que representan: papeles grises o metálicos para los electrodomésticos, telas para las colchas de la camas, para las cortinas, papel celofán para las ventanas, etc.

La idea es reproducir una estancia (salón, cocina, cuarto, baño, cuarto de estar….) mediante un collage a la manera que Silvia Bonanni nos lo propone en el álbum en la primera página del álbum.

Si los recortes que vamos encontrando nos inspiran a hacer otro tipo de collage (una frutería, una tienda de ropa, una de muebles, un jardín, un bosque, un mar..) ¡a por ello!. Siempre, siempre hay que seguir lo que la imaginación y la creatividad nos vayan diciendo.

La receta

La idea central de este texto de Gianni Rodari es la pregunta ¿qué hace falta? Una pregunta que nos hacemos habitualmente cuando queremos hacer, por ejemplo, una receta: ¿qué nos va a hacer falta para el bizcocho?. Allí, en la receta, estarán nuestros ingredientes y los pasos para su elaboración.

Gianni Rodari

En su «Gramática de la Fantasía» Rodari nos proponía jugar con las palabras, con sus significados o solo con su sonido y para ello nos dejó un montón de juegos e ideas, todas basadas en dejarse llevar por el absurdo, disfrutarlo y desde él hacer brotar la creatividad. Tirando de sus propuestas os propongo un juego para que le demos a la cabeza un rato, imaginemos y juguemos con el «sinsentido» o con lo abstracto y busquemos los ingredientes para crear cosas insólitas:

  • receta para un buen abrazo
  • receta de un suspiro
  • receta para conseguir una tarde de verano
  • como preparar una ola del mar
  • receta para un regalo inesperado
  • ingredientes y modo de preparación de un buen susto

Si no queremos ponernos demasiado filosóficos o «intensos» siempre podemos recurrir a cosas más terrenales como «receta para un buen cuento de miedo», «receta para hacer una batalla de cosquillas».

En cualquier caso la receta debe tener:

  1. Ingredientes, con cantidades y medidas
  2. Pasos a seguir en el proceso

Aquí, a modo de ejemplo, os dejo mi receta para jugar al parchís en familia:

Ingredientes:

  • 1l y 1/2 de estar aburrido
  • 500 gr. de ver que tu familia está cerca y tampoco tiene nada especial que hacer
  • Media taza de ganas de estar con los tuyos
  • Una tarde entera de domingo en casa
  • Una mesa de tamaño medio
  • 1kg y cuarto de parchís
  • Nada en absoluto de haber perdido las fichas del parchís. Se recomiendan al menos 3 por color
  • 4 colores de parchís: rojo, azul, amarillo y verde
  • 0 grs. de haber perdido los dados del parchís. Se recomiendan al menos 2
  • Media cucharadita de gracia
  • Un toque de humor para adornar

Elaboración:

Se coge el aburrimiento y se estira mucho hasta casi romperlo. Con esa tira larga de aburrimiento se hace un sombrero llamativo, una bufanda o un cinturón que llame la atención del resto de tu familia. Aprovechar la llamada de atención para sacar la invitación a refrescar con voz alta y clara:

-¿JUGAMOS AL PARCHIS?-

No dejarse intimidar por los 2 kg de dudas y resoplidos iniciales producto del aburrimiento.

Poner el entusiasmo en modo «a tope» y proponerse dispuesto a buscar el tablero, las fichas, cubiletes y dados e incluso a despejar la mesa.

Es posible que los ingredientes familiares estén un poco espesos y necesiten que se les remueva un tiempo. Hacerlo siempre con cuidado, cariño y paciencia hasta disolver tensiones o posibles grumos.

Si es necesario, adornar el emplatado con algunas chuches o palomitas según el gusto general.

Servir templado, acompañado de risas, chinchalarrabias, te-como-y-me-cuento-veinte y algún te-ha-salido-un-cinco-así-que-abre-el-puente.

No olvidarse de sonreír, no hacer demasiadas trampas y disfrutar.

Confundiendo historias…

Este último juego creo que lo hemos jugado todos alguna vez si somos habituales de contar cuentos a los niños. Rodari era muy dado a Confundir historias y hacer que en los cuentos tradicionales ocurrieran cosas raras, como que Caperucita fuera verde, fuera al supermercado a comprar la merienda y cosas similares.

Por eso os propongo un juego fácil para terminar y que no se necesita nada en absoluto más que la imaginación y un rato tranquilo y con ganas de confundir historias. Es mejor que sea una cosa improvisada de la que el resto no se esté dando ni cuenta para que la primera historia confundida sea de interés y consiga enganchar a tu público.

Piensa en un cuento tradicional que conozcas bien y tu familia también.

Pide a uno de los niños o a un adulto que te diga el nombre de un comercio, de comida, de ropa, de tecnología o lo que sea.

Ahora pídele a otro miembro de la familia que te diga el nombre de un familiar que no esté presente en la casa, abuelos, tíos, primos…

Como el número 3 es un número muy de cuento vamos a por un tercer ingrediente para confundir: pide a un tercer miembro de la familia (si no hay más repite con el primero) que te diga un objeto de la cocina (electrodoméstico, vajilla o cubiertos….da igual).

Con tus 3 nuevos ingredientes y te cuento tradicional empieza a contar y ve introduciendo los 3 elementos en alguna parte del cuento: Los tres cerditos salieron un día a comprarse unas botas al zara porque las tenían rotas de tanto bailar.

Solo tienes que dejarte llevar y disfrutar. La risa está asegurada y ¡cuidado!: verás como los niños te ganan de calle inventando historias.

Ánimo familias y seguid en casa, no olvidéis que lo estamos haciendo de 10. Cuidaos. Abrazos de cuento.