Camino a la poesía

¡A LA COMBA!
Comba, comba, 
la que gane, que se ponga, 
la que pierda, que se vaya. 
Vaya, vaya, 
la valla del corral, 
el pollo sin pelar, 
la niña le echa la sal. 
Vaya, vaya, 
la arena de la playa. 
La niña con la ola, 
sola, sola. 
Vaya, vaya, 
quien pierda, que se vaya. 
Comba, comba, 
quien gane, que se ponga. 
                   Gloria Fuertes

¡Feliz día de la poesía! Ayer en muchos lugares se celebró el Día de la Poesía con hermosos recitales presenciales, en diferido, con poesía por teléfono, compartiendo autores y poemas en redes sociales…así que yo hoy quería hablaros de dos libros de poesía que me han tocado especialmente y no por las mismas razones.

¿Hay caminos que nos llevan a amar la poesía para siempre?, ¿por qué muchos nos descolgamos de sus redes tan pronto?, ¿qué hace que ese lenguaje con el que nacemos y aprendemos a decir nuestras primeras palabras se nos vuelva niebla ante los ojos a partir de ciertas edades?

Muchas son las dudas que me surgen sobre dónde está el error y sólo hay una cosa que tengo clara: la poesía es algo sin lo que el mundo sería un lugar muchísimo más triste en el que vivir y sin ella nada sería igual. Y es que hay cosas que no pueden «no existir», no podemos permitírnoslo.

Creo que es más fácil de adulto decir aquello de «no, yo es que la poesía no la entiendo» y así no tener que dar más explicaciones. Cosas de adultos que los niños tienen mucho más superadas, creo yo. Porque los niños si «la entienden». No solo eso, además la juegan, entienden su juego y lo disfrutan, bailan en ella, imaginan, ven, con una mirada mucho más clara que la nuestra, mucho más limpia, mucho más sencilla y libre.

Puede que lo que hoy os traiga sean dos posibles caminos para no olvidar esa poesía que bebemos en nuestros primeros años de vida y que nos ayuda a entender ese nuevo mundo al que acabados de llegar. Hay muchos más caminos, por suerte. Estos dos no son ni paralelos ni perpendiculares, no son ni contrarios ni iguales, no son ni mejores ni peores, pero son los dos maravillosos y podemos tomarlos tantas veces como queramos y en el momento que nos plazca.

El primero es un clásico ya entre los libros de lectura recomendada en los colegios de educación primaria: «Por caminos azules: Antología de Poesía Infantil», de Jaime García Padrino y Lucía Solana, con ilustraciones de Luis de Horna, editado en la colección Sopa de Libros por Anaya.

En este librito de menos de 100 páginas encontramos poemas de enorme belleza que salieron de la pluma de algunos de los más grandes en este arte: Lorca, Luis Rosales, Carmen Conde, Gloria Fuertes, Gabriela Mistral, León Felipe, Machado, Ángela Figueira Aymerich, Celia Viñas, Unamuno…y más.

Durante la etapa Infantil diariamente tenemos contacto con la poesía, la rima, el ritmo de las palabras, las nanas, las retahílas, los cuentos rimados, los juegos de corro, los juegos de palmas, los juegos para las rutinas diarias, para las partes del cuerpo, para saludar, para despedir…pero al pasar a primaria, al menos esa ha sido nuestra realidad, la de mis hijos, ese mundo se empieza a diluir y los libros ya solo pueden ser para ejercitar y afianzar el proceso de lectura.

Por eso este libro siempre me ha parecido un enorme acierto de recomendación de lectura en cursos como 2º, 3º o 4º de primaria (yo diría para siempre pero ¡no pidamos la luna!). La pena es que a veces (todas las veces en nuestro caso) la falta de tiempo, los estrictos planes académicos que se exigen a maestros y alumnos, la falta de motivación o, puede ser incluso, la falta de atracción hacia la poesía por parte del docente, haga que los poemas pasen simplemente como un medio para trabajar la memorización y, en el mejor de los casos, la dicción y la expresión oral.

LA MEDIA LUNA ES UNA CUNA
La media luna es una cuna, 
¿y quién la briza?
y el niño de la media luna, 
¿qué sueños riza?
La media luna es una cuna, 
¿y quien la mece?
y el niño de la media luna, 
¿para quién crece?
La media luna es una cuna, 
va a luna nueva;
y el niño de la media luna, 
¿quién me lo lleva?
          Miguel de Unamuno

¿No podemos utilizar esta bella nana, que Unamuno escribió cuando nació su primer nieto, para comenzar una clase sobre, qué se yo, las fases de la luna? Igual Unamuno me odiaría profundamente o puede que pensara que introducir la poesía dentro de la rutina diaria ayuda a que la bajemos a la cotidianidad y la sintamos como una forma más de expresarnos, incluso a veces la única manera de poder decir eso que sentimos y para lo que no encontramos otras palabras.

Si para bajar al patio a la hora del recreo de la mañana utilizamos «El juego» de una de las recopiladoras de esta obra, Lucía Solana, se convertiría en una canción más, que iría a los hogares de los alumnos y podría saltar al patio de la propia casa, o al parque, o a la plaza. Y así cientos de niños hablarían un mismo idioma gracias a ese «paso, pasito, pisotón».

EL JUEGO
Paso, pasito, pisotón. 
Corre, corre
que te pillo. 
En la acera
juego el niño
y en la fuente, 
el jilguero. 
Paso, pasito, pisotón
quieto, quieto
que te veo. 
En la plaza 
saltan los niños
y en  el agua
los luceros. 
Paso, pasito, pisotón, 
tú y yo
somos uno, 
somos dos. 
Lucía Solana

Pero en el patio del colegio, ya en pleno juego, también podemos recurrir a «¡A la comba!» de Gloria Fuertes con el que iniciaba la reseña. Y así, con esa cadencia que invita al salto acompasado de la cuerda que va y viene, seguiríamos normalizando la poesía en nuestro diario, haciendo que el lenguaje poético sea uno más de los muchos que utilizamos en el día a día y que leer poesía solo sea una más de las muchas cosas que niños y adultos pueden y quieren leer.

Podemos encontrar poemas para la hora de la clase de matemáticas, la de ciencias, para plástica o para educación física. Porque no hay lugar en el que un poema no sea adecuado y agradecido. Además de no costar nada, el beneficio es tan grande que merece la pena intentarlo, ¿verdad?

Puede que no se vea la «utilidad» en la lectura por placer de un poema cada día, porque esa utilidad no es tangible, ni medible ni evaluable. Pero eso no significa que no exista su valor. Nutrir el alma es útil, necesario y lo mejor que un niño puede sacar de la escuela primaria.

Mirando y remirando, leyendo y releyendo, encontraremos escondidos entre los poemas caricias, juegos, saltos, risas, sueños, letras, bostezos, adivinanzas, dibujos y garabatos, números, cuentas…infancia y verdad. Un tesoro en sus manos que deberíamos ser capaces de hacerles apreciar.

Portada de «El camino de las manzanas» de Estrella Ortiz, ilustrado por Mar Azabal, OQO Editora.

El segundo camino de hoy es Estrella Ortiz, tal cual. Podéis elegir cualquiera de sus libros, para cualquier edad, aunque adora a los más pequeños con los que tiene un don especial. «El camino de las manzanas» estaba listo para salir publicado justo cuando llegó el confinamiento y su autora, fiel defensora de las librerías, decidió esperar a su publicación hasta que las librerías no empezaran a reabrir. Así, su publicación se retrasó a mayo del 2020.

Es una historia sencilla, tanto que pareciera que ya la conocemos. Da la impresión de que esos pequeños animalillos son esos mismos que habitaban nuestros cuentos de la infancia, que Margarita, la de los dedos verdes y el cabello blanco, en algún momento vino a socorrernos igual que hace con la niña que busca las manzanas. Y así con ellos, animales y humanos, caminos y manzanos, vamos recorriendo un camino que seguramente ya hemos recorrido en alguna ocasión.

No importa, nada importa. Estamos a salvo entre amigos, y solo queda disfrutar, pasear, trenzarnos una corona de flores, escuchar lo que las hojas del árbol nos susurra al compás del viento:

«Cada uno da lo que tiene. Cada uno da cuando puede.»

Mar Azabal se ha encargado de ilustrar este cuento en verso de Estrella Ortiz y lo ha hecho con delicadeza y originalidad. Un collage en el que parece que podemos (queremos) tocar los rugosos troncos de los árboles. La dulzura del rostro de la niña, el de Margarita, la ternura en las miradas llenas de vida de los animalitos…todo el álbum rezuma amor, naturaleza, paz, ternura, cariño por el planeta, por los seres vivos.

¿Se le puede pedir más a un libro? Yo creo que no.

Es una historia sencilla pero que engloba muchas de las cosas que ocurren en la infancia: el miedo, la responsabilidad, la imaginación, la necesidad de jugar, la ternura, la búsqueda de respuestas, el gusto por encontrarlas, acumular tesoros en los bolsillos…

Dentro de la bibliografía de Estrella Ortíz la naturaleza es una de sus constantes. Y a través de su poesía aprendemos a quererla y respetarla, a ver en ella amistad, cariño, cuidado, calor, un lugar en el que estar y vivir felices.

Si en lugar de recomendar tantos y tantos libros para «trabajar las emociones» nos sentáramos con los niños en torno a libros como «El camino de las manzanas» el resultado sería mucho más enriquecedor tanto para los niños y niñas como para el adulto mediador. Porque la poesía nos ayuda a decir cosas, a hablar, a expresarnos. Porque en la poesía no hay una sola forma de entender el texto, sino una por cada lector que la lee o la escucha. Y si la poesía nos acerca a personajes y situaciones como las que vive esta pequeña niña en el bosque, y se la acercamos a niños y niñas como ella, el resultado será sorprendente. Solo hay que querer probar. ¿Te animas?

Espero que todos los días sean el Día de la Poesía y que en todas las escuelas se lean poemas a diario. Por nuestro bien y sobre todo, por el bien de los niños.

Bibliografía

«Por caminos azules»

Edición: Madrid, Anaya,1999

Illustrador: Luis Ignacio de Horna

Editores: Lucía Solana, Jaime García Padrino

«El camino de las manzanas»

Edición: Madrid, OQO Editora, 2020. 40 pags.

Autor: Estrella Ortíz

Ilustradora: Mar Azabal

Jugando cuentos VI

Portada de "Las gafas de ver" de Margarita del Mazo y Guridi, editado por La Fragatina
Portada de «Las gafas de ver» de Margarita del Mazo y Guridi, editado por La Fragatina

Queridas familias:

Vuelvo de nuevo, más de un mes después de la última entrada. Vuelvo después de aquellas semanas de actividad frenética en la que publiqué las 5 primeras ediciones de Jugando Cuentos en cuestión de pocas semanas. Aquella «hiperactividad» supongo que fue debida a ese subidón que muchos sufrimos durante esas primeras semanas de confinamiento, esa necesidad de hacer cosas, para los demás, para uno mismo, para llenar horas, todas las posibles y así no pensar demasiado, no dejar que el miedo hablara.

Esa euforia ha dejado paso a otras sensaciones distintas. Ahora son otras las labores que hay que hacer y que ocupan prácticamente todo mi tiempo, aún haciendo lo mismo. Ahora son los de aquí, los de mi propia casa, los que más me necesitan, mucho más cada día que pasa, cada día que el tiempo que hace que la vida es como es ahora es mayor. Dos meses sin ver a los amigos de frente, sin correr por el patio, sin criticar la comida del comedor e inventar trucos para no comérselo todo, sin jugar a mil juegos distintos en escasa media hora. Dos meses sin abrazar a tu maestra/o. Dos meses en una vida pequeña es una eternidad y esa brecha se les hace cada día un poquito mas pesada de soportar. De ahí que el tiempo del que dispongo para mi misma ahora sea muy limitado, porque prácticamente todo es para ellos.

¿Os pasa a vosotros también que, estando en el mismo sitio que hace dos meses, la forma en que actuamos, las cosas que hacemos, ha ido cambiando y nosotros mismos nos comportamos de forma distinta? Igual es una idea mía, una más de las muchas ideas que se me pasan por la cabeza.

Pero los cuentos no se van a ningún lado y de hecho lo bueno es que siguen llegando, de muchas y diversas maneras. Cuentos que hacía mucho que no contábamos, cuentos nuevos, cuentos olvidados, cuentos impresos, susurrados, hablamos, contados, cantados…Los cuentos nos ayudan a sobrellevar todo mucho mejor.

Desde hace unos días le doy vueltas a varios cuentos con los que poderos ofrecer más juegos en familia a través de los cuentos. Por casualidad, justo antes de que cerraran las bibliotecas en marzo, había ido a la biblioteca de mi barrio en Carabanchel (Madrid). Buscando libros inspiradores con los que poder trabajar en talleres o en mis clases de teatro infantil me llevé, entre otros «Las gafas de ver» de Margarita del Mazo.

Aquí lleva con nosotros desde entonces. Más de 55 días en casa, acostumbrándonos tanto a su presencia que, cuando toque devolverlo, alguno en casa me dirá «¿ah pero no es nuestro?».

«Las gafas de ver» fue publicado por La Fragatina en 2013 e ilustrado por Guridi. Es un álbum en el más puro sentido de lo que esto quiere decir: un libro en el que texto e imagen van de la mano y tienen el mismo peso y relevancia para entender la historia.

En este caso Guridi, autor del que me encanta todo su trabajo, tanto cuando solo ilustra como en sus propias producciones literarias, ha creado un Carlitos divertido y tierno. Con la sola presencia de unos trazos a lápiz negro con algunos toques de color rojo, muy pocos azules y escasos verdes o amarillos, es capaz de recrear un mundo entero. Hay, en ese fondo blanquísimo, unos escenarios repletos de cosas que el niño lector sabrá adivinar con solo mirarlo. Una capacidad artística que Guridi maneja como pocos.

En este enlace podéis consultar las librerías en las que se puede adquirir a través de la plataforma creada por la Cegal Todostuslibros.com. Se trata de una iniciativa de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) para encontrar de forma fácil libros comercializados en España y LATAM. Solo poniendo el título del libro podemos encontrar las librerías en las que se comercializa con todos los datos de contacto. Os animo a visitar la página y, tanto si tenéis una librería cerca como si no, acudáis a esta útil herramienta y compréis en librerías porque ellas son y serán siempre grandes centros de cultura para todos y necesitan de nuestra ayuda, como tantos otros trabajadores que se han visto muy afectados con la situación que aún estamos viviendo. Así que ya sabes, #Apoyaatulibrería.

"Ella caminaba convencida de que era el viento el que le abría las puertas a su paso" Margarita del Mazo y Guridi
«Ella caminaba convencida de que era el viento el que le abría las puertas a su paso» Margarita del Mazo y Guridi

En «Las gafas de ver» conoceremos a Carlitos, que vive enamorado de Inés y sueña con que algún día se fije en él. Un día a Inés le ponen gafas y cree que ahora será su momento: ¡ahora le verá! O a lo mejor la solución es que el se haga llamativo para que ella se fije en él ¡usando también gafas!. Había muchas a su alcance así que se puso a buscar.

La historia de Carlitos es divertida, tierna y sorprendente, muy sorprendente. De esas en las que, al terminar, tienes que volver a verla de nuevo. Y es que ¡la de cosas que se nos pueden pasar por alto a diario por no fijarnos bien!

Así que sobre, esa idea, se me han ocurrido tres juegos para que los practiquéis en familia. ¿Preparados? Pues allá vamos. ¿Jugamos?

Unas gafas para ver…

La primera propuesta de juegos de hoy es una actividad plástica: hacer unas gafas de cartulina. Aquí os dejo unas plantillas de unas gafas básicas para imprimir o simplemente calcarlas. También podéis hacer dos círculos iguales y unirlos con el puente de la gafa. Es solo una base para crear nuestras propias gafas.

Lo realmente divertido empieza una vez que tenemos las gafas ya dibujadas en una cartulina blanca. El siguiente paso es adornar nuestras gafas a nuestro gusto, pensando en qué vamos a ver a través de ellas. Por ejemplo, si queremos que a través de nuestras gafas se vean nubes rosas podemos hacer dibujos de nubes alrededor. Puede que pensemos más en unas gafas deportistas y por eso le podremos poner balones de fútbol o baloncesto decorando la «montura» de las gafas.

Para decorar nuestras gafas de ver y darle la forma que queramos solo necesitaremos lápiz, colores (rotuladores, pinturas, acrilicos), gomets o pegatinas si queremos y un palito de helado de madera si lo tenemos. Si no tenemos puede servir un palo de brocheta, un palillo chino de los que se utilizan para comer o un lápiz mismo. En definitiva, un palito con el que sujetar las gafas tal como se ve en las fotos de mis alumnos de la clase de teatro infantil.

A pesar de la alergia, yo quiero ver flores

Una vez que hemos creado las gafas, si tenemos por casa, podemos añadirle un cristal con papel celofán de colores, pero es opcional. Solo si nos invade la creatividad y tenemos forma de llevarlo a cabo.

Ahora viene el momento de hablar de nuestras gafas porque cada uno deberá decir a los demás participantes:

  • ¿qué se ve a través de tus gafas?
  • ¿de qué color o colores se ven las cosas a través de tus gafas?
  • ¿a quién le dejarías tus gafas y por qué?
  • ¿son gafas para usar a ratos o para llevarlas siempre?

Cuando hice esta actividad con los niños de teatro (¡cuantísimo os echo de menos chic@s…ay!) sus respuestas fueron maravillosas, todas, cada uno en su estilo. Una de ellas fue Dana de 5 años, que me dijo que por sus gafas veía flores y que se veía casi todo rosa y un poco azul y le dejaría las gafas a su mamá para que viera flores y así se pusiera contenta. Guille, de 6 recién cumplidos, se las dejaría a su futuro hermano/a para que viera los juguetes que le iba a dejar cuando fuera más grande. Y Fran, de 7, veía el mar y muchos peces y a través de sus gafas se veía de todos los colores del mundo.

Papás, mamás, animaos a jugar y a mirar por estas gafas como miran los niños. Porque ellos si que saben mirar bien, ¿a que si?.

¡Fíjate!

Con este segundo juego os invito a fijaros en las cosas que nos rodean y a redescubrir cosas. Ahora que los paseos ya son posibles y que los niños pueden salir una hora a caminar o montar en patinete o bici, la propuesta es que en uno de esos paseos os dediquéis a buscar:

  • algo en lo que no os habíais fijado nunca
  • algo que haya cambiado en este tiempo sin poder salir
  • algo de la naturaleza que rodea vuestra casa que esté distinto
  • algo que os llame la atención de ese paseo especialmente

Podéis introducir variantes para días sucesivos como buscar cosas de un color determinado y después, en casa, contar quién encontró más. Cosas que empiecen con una letra concreta…

Lo ideal es que lo compartamos al volver a casa, de manera que, al día siguiente cuando salgamos otra vez, el resto pueda buscar esas cosas en las que nos hemos fijado. Igual alguna también es una sorpresa para los otros y las de los otros para ti. Y os puedo asegurar que es un juego que nunca se agota porque a nuestro alrededor siempre podemos encontrar cosas sorprendentes, nuevas, o al menos, curiosas.

Camuflado

La tercera propuesta es también creativa y plástica. En un folio cada participante debe dibujar repetidas veces 3 objetos. Según la edad de los niños, o lo que nos queramos complicar, los dibujos pueden ir desde una forma geométrica hasta caras tipo emoji con tres gestos distintos, casas, coches, árboles y un largo etc.

Lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de dibujar es:

  • No dibujar más de 4 objetos distintos
  • No utilizar más de 3/4 colores distintos
  • Cada objeto lo dibujaremos muchas veces con colores distintos y tamaños distintos
  • Tendremos que rellenar lo más posible el folio con los 3/4 tipos de dibujos mezclados como si fuera una gran sopa

Cada participante deberá pensar en un objeto secreto que va a ocultar entre esa sopa de dibujos. Lo incluirá en el dibujo como si fuera un dibujo más pero este solo lo dibujará una sola vez, quedando camuflado entre el resto de dibujos.

Hay que intentar que el dibujo camuflado no destaque mucho del resto. Es por eso que las figuras geométricas puede que sean las más apropiadas para los más pequeños. En mis dos dibujos que podéis ver en la imagen hay un objeto camuflado ¿los encontráis?

Una vez completados nuestros dibujos los intercambiaremos con el resto de participantes para intentar encontrar el objeto camuflado de los demás.

Hasta aquí los juegos de hoy. Espero que disfrutéis jugando en familia y si os animáis a mandarme por correo a cuentosparamatilda@gmail.com vuestras creaciones de gafas o de dibujos camuflados, las compartiré en mi página de Facebook y en el canal de Istagram @susanatresbotones con los datos básicos que vosotros queráis (edad, nombre de pila) ¡Me encatará ver vuestras propuestas!

HASTA MUY PRONTO FAMILIAS CUENTERAS

Jugamos un cuento V

Portada de ¿Qué hace falta? de Gianni Rodari, traducido por Xosé Ballesteros, Ilustrado por Silvia Bonanni, editado por Kalandraka

¿Qué hace falta para hacer una mesa? – ¡Madera! – contestarán los niños, por regla general, aunque igual alguno contesta ¡dinero!. ¿Y para conseguir la madera, qué hace falta? – ¡Un árbol! – dirán algunos, o puede que la conversación torne hacia la industria, los carpinteros o vaya usted a saber… Las conversaciones con los niños se sabe por dónde empiezan pero nunca dónde va a terminar. El caso es que así, con estas simples preguntas, poco a poco, llegaríamos a descubrir cuál puede ser la esencia de la mesa, su verdadero origen y todo lo que hace falta para conseguirla. Una idea sencilla que Rodari convirtió en poesía.

No era este el libro del que quería hablar para esta quinta entrega de Jugando Cuentos. La cosa iba más hacia lobos y ratones, pero el caso es que llegó la primavera y el sol, ese sol que nos gusta tanto; el sol que entra por las ventanas a donde mi familia y yo nos asomamos para absorber toda la vitamina D que seamos capaces; ese sol y ese frescor de la calle que huele a vida, a vida naciendo en los árboles, en los jardines, en los parques y los bosques, incluso en las medianas de las carreteras, en las rotondas y en las jardineras de los balcones. Esa vida que está tomando las calles vacías, como los pájaros que ahora caminan tranquilos por las carreteras sin miedo a que un peatón o un coche pase.

Junto con la llegada de ese sol y esa primavera, yo preparaba junto a mis compañeras del Grupo La Espumadera, la reseña de «Y de pronto es primavera» y leyendo lo que de aquel precioso y poético álbum decíamos, que las cosas, en realidad, no ocurren ni llegan «de pronto«, que todo necesita de un camino, de un proceso, de tener paciencia, mucha paciencia y de poner todo el cariño y amor de que seas capaz para que las cosas lleguen a buen término, en ese momento pensé en el «¿Qué hace falta?» de Gianni Rodari. Porque ¿Qué hace falta para hacer cualquier cosa?.

Da igual si se trata de escribir una entrada en un blog, hacer la comida del día, entregar el informe al jefe, colocar la ropa lavada y planchada en los armarios, leer un cuento, cantar una nana, o preparar un café. Todo se vuelve mejor si en el proceso somos conscientes de todo lo que supone hacer cualquier cosa y hacerla bien. Prestar atención, estar presentes y fijarnos en todo lo que hace falta.

Nuestra vida diaria nos hace correr, constantemente. Corremos tanto que incluso ahora, que no podemos, seguimos corriendo con nuestra mente. Seguimos intentando cubrir todas las horas de nuestro día (y el de los demás) en mil tareas sin pararnos un momento a pensar en el proceso y disfrutarlo. A pesar de todo, disfrutarlo o al menos dedicarle un poco de tiempo a pensar.

Rodari le dio forma a esa idea y lo convirtió en un poema o una retahíla, un silogismo poético, que después fue canción gracias a Sergio Endrigo y se convirtió en una de las canciones infantiles más populares en Italia: «Ci vuole un fiore».

Por eso hoy os invito a jugar con el álbum que Kalandraka ha reeditado con motivo del Centenario Rodari que se celebra este año. Un Centenario que yo pensaba celebrar esta semana junto a un montón de niños en varias bibliotecas de Madrid con motivo del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se celebra el día 2 de abril. Pero lo celebraré igual, disfrutando de su obra, contando sus cuentos a los míos, jugando con la palabra como Rodari nos invitó a hacer, creando fantasías tal y como él siempre quiso que los niños y no tan niños hiciéramos. Os invito a jugar este cuento y a elegir una sola cosa de las que hacemos en el día sin pensar y le dediquemos un tiempo a reflexionar sobre qué hace falta para hacer esa cosa bien, realmente bien, para que resulte todo lo buena y perfecta que soy capaz de hacer. Solo una cosa, da igual cual, escribidlo en un papel y leedlo. ¿son muchas cosas? ¿pocas? ¿cuantos pasos necesita? ¿lo haríamos todos igual que tu? ¿qué hace que sea tu forma de hacerlo y no la de otro? ¿cuanto de ti hay en esa forma de hacer esa cosa? ¿es posible que tu hagas especial el resultado? Solo lo sabrás tu pero igual no está de mas saberlo, ¿no?

Os dejo aquí un pequeño cuento con la retahila y la canción que Sergio Endrigo compuso a partir de la retahíla de Rodari, un clásico en la cultura italiana. Después, ya sabéis, os espero para jugar.

Para hacer un collage

La ilustradora del álbum editado por Kalandraka, Silvia Bonanni hace magia con el collage. En esta ocasión el resultado no podía ser más acertado con la idea que intenta transmitir Rodari con su sencilla retahíla. Os invito a ver este vídeo de la ilustradora en el que nos propone hacer una estructura móvil con varios trozos de papel de colores fácil de hacer y que ayuda a liberar y hacer crecer la creatividad.

Siguiendo esa idea del collage la propuesta del primer juego de hoy no podía ser más sencilla: crear nuestro propio collage. Pero ¿de qué?. Pues de nuestra casa:

  • Elegir una estancia de nuestra casa para reproducirla
  • Buscar revistas viejas de cualquier tipo, incluidos periódicos
  • En caso de no tener revistas o periódicos, hacer acopio de todo tipo de papeles de colores y de distintas texturas, papeles que se vayan a tirar de facturas, etc. También valen retales de telas
  • En un folio intentar reproducir esa estancia con recortes de las revistas (buscar mesas, camas, lámparas, teles, radios…) e ir creando nuestra estancia mediante un collage.
  • Si lo hacemos con papeles de colores intentar jugar con los colores y texturas relacionándolas con los objetos que representan: papeles grises o metálicos para los electrodomésticos, telas para las colchas de la camas, para las cortinas, papel celofán para las ventanas, etc.

La idea es reproducir una estancia (salón, cocina, cuarto, baño, cuarto de estar….) mediante un collage a la manera que Silvia Bonanni nos lo propone en el álbum en la primera página del álbum.

Si los recortes que vamos encontrando nos inspiran a hacer otro tipo de collage (una frutería, una tienda de ropa, una de muebles, un jardín, un bosque, un mar..) ¡a por ello!. Siempre, siempre hay que seguir lo que la imaginación y la creatividad nos vayan diciendo.

La receta

La idea central de este texto de Gianni Rodari es la pregunta ¿qué hace falta? Una pregunta que nos hacemos habitualmente cuando queremos hacer, por ejemplo, una receta: ¿qué nos va a hacer falta para el bizcocho?. Allí, en la receta, estarán nuestros ingredientes y los pasos para su elaboración.

Gianni Rodari

En su «Gramática de la Fantasía» Rodari nos proponía jugar con las palabras, con sus significados o solo con su sonido y para ello nos dejó un montón de juegos e ideas, todas basadas en dejarse llevar por el absurdo, disfrutarlo y desde él hacer brotar la creatividad. Tirando de sus propuestas os propongo un juego para que le demos a la cabeza un rato, imaginemos y juguemos con el «sinsentido» o con lo abstracto y busquemos los ingredientes para crear cosas insólitas:

  • receta para un buen abrazo
  • receta de un suspiro
  • receta para conseguir una tarde de verano
  • como preparar una ola del mar
  • receta para un regalo inesperado
  • ingredientes y modo de preparación de un buen susto

Si no queremos ponernos demasiado filosóficos o «intensos» siempre podemos recurrir a cosas más terrenales como «receta para un buen cuento de miedo», «receta para hacer una batalla de cosquillas».

En cualquier caso la receta debe tener:

  1. Ingredientes, con cantidades y medidas
  2. Pasos a seguir en el proceso

Aquí, a modo de ejemplo, os dejo mi receta para jugar al parchís en familia:

Ingredientes:

  • 1l y 1/2 de estar aburrido
  • 500 gr. de ver que tu familia está cerca y tampoco tiene nada especial que hacer
  • Media taza de ganas de estar con los tuyos
  • Una tarde entera de domingo en casa
  • Una mesa de tamaño medio
  • 1kg y cuarto de parchís
  • Nada en absoluto de haber perdido las fichas del parchís. Se recomiendan al menos 3 por color
  • 4 colores de parchís: rojo, azul, amarillo y verde
  • 0 grs. de haber perdido los dados del parchís. Se recomiendan al menos 2
  • Media cucharadita de gracia
  • Un toque de humor para adornar

Elaboración:

Se coge el aburrimiento y se estira mucho hasta casi romperlo. Con esa tira larga de aburrimiento se hace un sombrero llamativo, una bufanda o un cinturón que llame la atención del resto de tu familia. Aprovechar la llamada de atención para sacar la invitación a refrescar con voz alta y clara:

-¿JUGAMOS AL PARCHIS?-

No dejarse intimidar por los 2 kg de dudas y resoplidos iniciales producto del aburrimiento.

Poner el entusiasmo en modo «a tope» y proponerse dispuesto a buscar el tablero, las fichas, cubiletes y dados e incluso a despejar la mesa.

Es posible que los ingredientes familiares estén un poco espesos y necesiten que se les remueva un tiempo. Hacerlo siempre con cuidado, cariño y paciencia hasta disolver tensiones o posibles grumos.

Si es necesario, adornar el emplatado con algunas chuches o palomitas según el gusto general.

Servir templado, acompañado de risas, chinchalarrabias, te-como-y-me-cuento-veinte y algún te-ha-salido-un-cinco-así-que-abre-el-puente.

No olvidarse de sonreír, no hacer demasiadas trampas y disfrutar.

Confundiendo historias…

Este último juego creo que lo hemos jugado todos alguna vez si somos habituales de contar cuentos a los niños. Rodari era muy dado a Confundir historias y hacer que en los cuentos tradicionales ocurrieran cosas raras, como que Caperucita fuera verde, fuera al supermercado a comprar la merienda y cosas similares.

Por eso os propongo un juego fácil para terminar y que no se necesita nada en absoluto más que la imaginación y un rato tranquilo y con ganas de confundir historias. Es mejor que sea una cosa improvisada de la que el resto no se esté dando ni cuenta para que la primera historia confundida sea de interés y consiga enganchar a tu público.

Piensa en un cuento tradicional que conozcas bien y tu familia también.

Pide a uno de los niños o a un adulto que te diga el nombre de un comercio, de comida, de ropa, de tecnología o lo que sea.

Ahora pídele a otro miembro de la familia que te diga el nombre de un familiar que no esté presente en la casa, abuelos, tíos, primos…

Como el número 3 es un número muy de cuento vamos a por un tercer ingrediente para confundir: pide a un tercer miembro de la familia (si no hay más repite con el primero) que te diga un objeto de la cocina (electrodoméstico, vajilla o cubiertos….da igual).

Con tus 3 nuevos ingredientes y te cuento tradicional empieza a contar y ve introduciendo los 3 elementos en alguna parte del cuento: Los tres cerditos salieron un día a comprarse unas botas al zara porque las tenían rotas de tanto bailar.

Solo tienes que dejarte llevar y disfrutar. La risa está asegurada y ¡cuidado!: verás como los niños te ganan de calle inventando historias.

Ánimo familias y seguid en casa, no olvidéis que lo estamos haciendo de 10. Cuidaos. Abrazos de cuento.

Jugamos un cuento IV

Portada de «Norton y Alfa» de Krystina Litten, Editado por Blumen

Queridas familias:

Estoy de nuevo aquí con nuevos juegos y cuentos en familia. He tardado más de lo previsto pero, en estos tiempos que vivimos, nada sale como uno tiene previsto. Es curioso como el ser humano es capaz de estresarse incluso cuando no puede salir de casa ni hacer ni la mitad de las cosas que suele hacer. Pero aquí estoy de nuevo con una nueva propuesta.

Hoy quería hablar de un libro muy especial para nosotros en casa y es «Norton y Alfa», de Kristyna Litten, editado por Blume. La historia de Norton es la de un pequeño robot al que le gusta coleccionar cosas de las que desconoce su nombre real y su utilidad. Cosas a las que él les da una nueva vida porque siempre encuentra cosas, que aunque no son bonitas en su mayoría, si que son, a su parecer, útiles.

Vive en un mundo vacío de gente pero lleno de lo que parece ser basura metálica: tuercas, tornillos, ruedas viejas, botes de cristal o de cualquier otro material. Un mundo desolado y repleto de cosas en desuso.

Una de las razones de la tardanza ha sido el vídeo en el que cuento o cuentan el cuento. Primero pensé en contároslo, pero es una historia que necesita de más cercanía que la que nos ofrecen las pantallas y contado así, no funciona. Después pensé en grabar el libro y mi voz en off para contarlo, pero aun así hay un momento especial en este cuento que, contado así, se pierde. Fotografiarlo entero, hacer un montaje… Nada, seguía teniendo la sensación de que algo iba mal. Los libros están pensados para tomarse en las manos y disfrutarse. Y después de muchas vueltas, de 3 días y hoy vamos para el 4º, pensando en alternativas he llegado a una conclusión: os propongo que, cuando todo esto termine, vayamos a nuestras librerías, en tromba, en manifestación, en procesión, en bandada, en comitiva y compremos libros. Busquemos «Norton y Alpha», busquemos a la «Cebra Camila», busquemos novedades y clásicos, busquemos y preguntemos a nuestros libreros y libreras, que están hoy como tu y como yo en su casa, qué nos recomiendan. Este de hoy me lo recomendó una magnífica librera en la Feria del Libro de Madrid. Y este año, de nuevo, allí estaremos para que nos sigan recomendando.

«Norton encontraba cosas que no eran bonitas pero si eran útiles«

Así que hoy, a no ser que tengáis el libro en casa, solo os voy a poder ofrecer los juegos con la certeza de que, dentro de muy poco, podréis ver la historia completa con vuestros propios ojos.

Hace tres años escribí la reseña de este libro y la centré en aquello que más me llamaba la atención de esta historia: la idea de que hay muchas cosas, aparentemente inútiles, que son las que más necesitamos para sentirnos felices: una obra de arte, la música, una caricia, ver un amanecer, contemplar el mar, una flor o escuchar el canto de un pájaro. Hoy más que nunca os remito a mi reseña, no por pura vanidad, sino porque allí encontraréis lo que Paul Auster dijo (mil millones de veces mejor que yo) en su discurso en los premios Príncesa de Asturias sobre la inutilidad de las artes.

En estos días donde los artistas intentan hacernos llevar el encierro con un poco más de alegría llevando su arte a nuestras propias casas a través de Instagram, Youtube o Facebook, veo más palpable que nunca esa utilidad de lo inútil de la que habla Auster, esa importancia en nuestras vidas de la existencia del arte: la literatura, la pintura, la música, el teatro, la narración oral, la poesía, la escultura, la danza, el baile clásico y contemporáneo, el folklore popular…lo que nos distingue de otros seres vivos, nuestra capacidad de crear cosas inútiles que solo sirven para alimentar el alma.

«El martes por la mañana, el hocico de Alfa notó algo extraño. Sentía un cosquilleo y un hormigueo que lo llevaron a algo muy sorprendente «

Todo eso nos está manteniendo a flote estos días y nos estará esperando con los brazos abiertos al salir.

Los juegos que me surgen después de leer esta historia giran casi todos en torno a dos temas: los robots y las máquinas y las posibles utilidades de las cosas. Así que allá vamos. ¿Te vienes a jugar conmigo?

La máquina

Uno de los juegos de dramatización más utilizados y más divertidos para realizar con un grupo de niños es el de la máquina. El juego consiste en fabricar entre todos una máquina con ayuda de el sonido y el movimiento. Una manera divertida y original de trabajar la coordinación y la lateralidad, además de la cooperación y trabajo en grupo. En un inicio no sabemos cómo va a ser ya que se irá creando poco a poco. Lo ideal es que el grupo lo formaran 7 u 8 personas pero con 3 o 4 pueden quedar máquinas muy apañadas también. El proceso es el siguiente:

  • Nos sentamos un momento en círculo en el suelo en silencio y cerramos los ojos. Cada uno tiene que pensar en un sonido repetitivo, y un movimiento que hará al ritmo del sonido (chu-chu mientras muevo un brazo arriba y abajo, pipipipi mientras abro y cierro los brazos estirados delante de mi, chiqui-chun-chiqui-chun mientras subo y bajo doblando las rodillas….).
  • De uno en uno cada participante se pondrá de pie y empezará a hacer el sonido y el movimiento que ha pensado.
  • Una vez que todos hemos visto la primera parte de la máquina (es decir, el primer participante), irá el segundo y se colocará al lado del primero y comenzará a hacer su sonido y movimiento que ha pensado. Lo ideal es que las partes de la máquina se vayan «encajando» unas con otras para dar la sensación de unidad. Dependerá de la destreza/edad de cada uno y de que el movimiento lo permita.
  • Así hasta completar a todos los participantes que, a la vez, estarán haciendo su sonido y su movimiento, como una gran máquina que está trabajando en la que sus engranajes suenan y se mueven de distinta forma.
  • Podéis ver un ejemplo en el enlace a este vídeo.

¿Y si sólo somos dos en casa o esto de dramatizar no es lo nuestro? en ese caso otra opción es coger distintos elementos de casa como una silla, un taburete, un puf, cojines, una caja, una almohada, un abrigo, una escoba o un palo largo, y hacer una composición entre ellos como si se tratara de una gran máquina. Después habrá que imaginar:

  • Para qué sirve
  • Cómo suena cada parte/engranaje
  • Cual es el principio y final de la máquina y cómo se pone en marcha
  • Cómo funciona a distintas velocidades

Ni que decir tiene que las actividades anteriores también son aplicables al juego dramático y que podemos hacerlas antes, después o durante el proceso de dramatización/montaje de la máquina.

Las partes de un robot

El segundo juego de hoy consiste en construir un robot pero sin saber que lo estamos haciendo. Para ello pediremos a los niños que en un papel contesten simplemente a las siguientes preguntas:

  1. Elige entre círculo, triángulo o cuadrado
  2. Escribe un número entre el 1 y el 3
  3. Elige entre redondo o alargado
  4. Escribe un número entre el 1 y el 6
  5. Elige entre largo o corto
  6. Elige un número par entre el 2 y el 8
  7. Elige entre alto o bajo
  8. Elige un número impar entre el 3 y el 9

Los niños de menos de 6 años no sabrán de números pares e impares así que simplemente que elijan entre los número 2, 4, 6 u 8 o entre 3, 5, etc. La tabla de correspondencias solo la debéis ver vosotros y decirla una vez han elegido cada cosa. Según se avanza en el descubrimiento, la risa aumenta en proporción al número de cosas que le hayan puesto en cada parte…veréis:

  1. Forma de la cabeza
  2. Número de cabezas
  3. Forma de la nariz
  4. Número de ojos
  5. Forma de los brazos
  6. Número de brazos
  7. Forma del cuerpo
  8. Número de piernas

Después, lógicamente, habrá que proceder a dibujarlo o crearlo. Puede ser desde un dibujo hasta un collage con distintos tipos de papel y texturas, o una creación en 3D con bricks de leche, botellas de plástico, palos, palillos, vasos de your, cajas de cartón, CD’s viejos… La imaginación no tiene límites y si se trata de robots y niños algo hay que hace que se dispare mucho más.

¿Para qué sirve?

El último juego de hoy cuesta más a mayores que a pequeños. Para ellos las cosas ya tienen de por si más vidas que las que nosotros somos capaces de ver a simple vista. La idea es meter en una bolsa oscura o en una caja varios «tesoros» e imaginar que hemos llegado a un planeta desconocido plagado de cosas que de las que desconocemos su nombre y su utilidad. Poco a poco iremos descubriendo tesoros increíbles de dentro de la caja y entre todos intentaremos averiguar posibles utilidades.

Para que el juego funcione es importante la ambientación: meter a los niños en ese modo juego en el que todo es posible:

  • Nos podemos disfrazar de astronautas con lo que tengamos a mano. A veces solo una pajita puesta en la oreja es suficiente para que sea el micro por el que nos comunicamos con La Tierra.
  • Crear un «paisaje lunar/marciano» en una de las habitaciones y llevar a los niños en expedición a través del «espacio/pasillo»: almohadas, mantas arrugadas con cosas debajo que hagan de montañas, algún papel arrugado…Un par de cosas es suficiente, dejad que la imaginación haga el resto.
  • Montar una «búsqueda del tesoro» a través de pequeñas pistas escondidas por la casa hasta dar con la «caja de tesoros». Hará el juego más largo pero no es imprescindible.
  • Mostrar una emoción desbordante con cada nuevo tesoro descubierto: esto si es importante. Ellos se involucran a través de la emoción.
  • Dejar que sean ellos los primeros en darle utilidades para no condicionar y dejar que sea su imaginación la que hable

Las variantes de cada propuesta son tan amplias como la propia imaginación de cada uno. Dejad volar vuestra propia imaginación, buscad un momento para jugar con ellos, sin forzarlo, y no olvidéis que el juego es su forma de ver el mundo y a través de él aprenden, socializan, empatizan y les ayuda a desestresarse y relajarse.