Cien semillas que volaron

Portada de «Cien semillas que volaron» de Isabel Minhós Martins y Yara Kono, Coco books

«Un árbol estaba a la espera de esperanzas». Que este espectacular comienzo no te asuste ni apabulle. Tranquila, deja que las ramas del árbol te arropen y acojan y simplemente respira profundamente para dejarte llevar por el viento.

Dejarse llevar. Como las semillas que salieron de las piñas del pino y como pájaros volaron hacia distintos lugares en busca de uno en el que echar raíces y florecer.

Pero a pesar de que el árbol había puesto todas sus esperanzas a veces las cosas no salen como uno espera…Aunque lo que si sabe hacer un árbol es justamente eso: esperar y esperar.

Saber esperar


Confío con todo mi corazón que aquellos que me seguís y leéis hayáis sabido esperar con paciencia (mucha mucha paciencia) a que volviera con una nueva recomendación. Desde aquí os doy las gracias por continuar visitándome y pido perdón por la ausencia ya demasiado larga para tener una justificación.

Pero a veces hay que parar un poco para volver con ganas. Hay que tener paciencia y saber esperar hasta encontrar aquel libro especial que te hace saltar del asiento y querer hablar de él a tus conocidos. No por mucho correr las cosas salen mejor, y soy de las que prefiere que si se hace, se haga bien. No me gusta publicar por publicar, y si no encontraba ese álbum del que hablar no le veía sentido a escribir nada.

Ilustración con texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Hacía meses que eso no ocurría y, para mi alegría, eso me ha pasado con dos álbumes durante estos últimos días. Hoy os traigo uno de ellos: «Cien semillas que volaron«.

Este álbum de la autora y también editora portuguesa Isabel Minhós guarda en su interior muchas cosas hermosas, como la piña del pino guarda en su interior las semillas.

La primera de ellas y para mi lo que más me gusta, esa alabanza al saber esperar, algo que deberíamos aprender de los árboles, entre otras muchas cosas.

El árbol espera y espera con tremenda paciencia y esperanza a que las estaciones pasen y que de sus ramas crezcan frutos. Sueña con un día especial, ese día en el que las piñas que habían crecido se secan para dejar escapar a las pequeñas semillas voladoras.

Como todo padre, el árbol se siente orgulloso de sus pequeñas semillas, de verlas volar y marcharse, de verlas aterrizar y volver a remontar el vuelo. Y una vez que se van vuelve de nuevo a esperar a que otro acontecimiento llegue, aunque no sepa ni cuando ni dónde será.

Rimar, contar y mirar


La autora nos propone un texto rimado y cantarín, divertido y a veces incluso guasón. Esto, unido a los números que van bajando y a esa sencilla repetición hace que la historia sea ágil, fluida y amena y que den ganas de seguir volando junto a las semillas.

Los dibujos son rotundos, coloridos, grandes, inundan las páginas y nos sitúan en ese bosque en el que imaginamos está el árbol. Una ilustración que para esas primeras edades lectoras de 0 a 5 es especialmente atractiva y les mete de lleno en el álbum.

En cada nuevo lugar un buen montón de semillas va quedando. Lugares habitados por personajes que, con su sola presencia, consiguen que todo cobre vida y tenga sentido a los ojos del niño que lo contempla: el río, la carretera, la montaña. Lugares no nombrados a veces, pero no por ello no imaginables: el jardín repleto de pájaros, el parque con ardillas y niños, la pradera con pequeños y juguetones conejos…

Formas geométricas, planas, grandes y vistosas. Algunas sobresalen de los bordes del libro de manera que, por un lado, dejan que la imaginación del lector sea la que complete el resto de su figura, y por otro, permiten a las autoras llamar nuestra atención sobre aquello en lo que quieren que nos fijemos.

La amabilidad de lo sencillo


A pesar de esas formas rectas y planas, de los colores y de los tamaños, todo en este libro tiene un regusto amable y delicioso. Lejos de la ñoñería, de los lugares comunes, de pretender nada pero consiguiendo decir mucho.

Una lectura que parece que acaricia, que anima a la paciencia, a ir meditando en los lugares en los que las pequeñas semillas se van quedando y por qué no son, en un principio, los mejores sitios donde una semilla puede llegar a ser algo más.

Es una delicia cuando te encuentras un texto así en el que va enseñando al lector que en la literatura no tenemos que dar nada por supuesto y que hay que seguir indagando y leyendo, mirando y pensando, buscando y rebuscando hasta dar con el desenlace. Que la lectura nos suponga pequeños retos y que esos retos crezcan con nosotros. Y que superar esos retos literarios sea la recompensa y el aliciente para buscar nuevos libros y nuevos retos.

Ilustración y texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Lecturas que nos enriquecen por dentro, no solo porque nos «enseñen» algo sino porque nos interpelan, nos hacen pensar, nos hace cuestionarnos cosas y nos invitan a seguir investigando, preguntando y cuestionando.

En «Cien semillas que volaron» nos encontramos con la naturaleza puesta en la palma de la mano para que la podamos admirar y aprender de ella. Una lección sencilla sobre el proceso de reproducción de los árboles y de cómo consiguen repartir sus semillas por el mundo.

Pero también es un canto a la calma y la espera, una invitación a observar lo que tenemos a nuestro alrededor y a apreciar nuestro entorno por pequeño que sea, aunque sea una pequeñísima semilla.

Un libro que da gusto mirar, que arranca una sonrisa con solo contemplarlo. Un libro que alimenta…si, también es un libro que enseña, pero ¡ay! es que enseñar enseñan muchos pero no tantos son los que de verdad alimentan.

Datos Bibliográficos

Título: Cien semillas que volaron

Autora: Isabel Minhós Martins

Ilustradora: Yara Kono

Traductora: Mireia Alegre i Clanxet

Edición: Barcelona: Coco books, 2018

Edad: + 2 años

Camino a la poesía

¡A LA COMBA!
Comba, comba, 
la que gane, que se ponga, 
la que pierda, que se vaya. 
Vaya, vaya, 
la valla del corral, 
el pollo sin pelar, 
la niña le echa la sal. 
Vaya, vaya, 
la arena de la playa. 
La niña con la ola, 
sola, sola. 
Vaya, vaya, 
quien pierda, que se vaya. 
Comba, comba, 
quien gane, que se ponga. 
                   Gloria Fuertes

¡Feliz día de la poesía! Ayer en muchos lugares se celebró el Día de la Poesía con hermosos recitales presenciales, en diferido, con poesía por teléfono, compartiendo autores y poemas en redes sociales…así que yo hoy quería hablaros de dos libros de poesía que me han tocado especialmente y no por las mismas razones.

¿Hay caminos que nos llevan a amar la poesía para siempre?, ¿por qué muchos nos descolgamos de sus redes tan pronto?, ¿qué hace que ese lenguaje con el que nacemos y aprendemos a decir nuestras primeras palabras se nos vuelva niebla ante los ojos a partir de ciertas edades?

Muchas son las dudas que me surgen sobre dónde está el error y sólo hay una cosa que tengo clara: la poesía es algo sin lo que el mundo sería un lugar muchísimo más triste en el que vivir y sin ella nada sería igual. Y es que hay cosas que no pueden «no existir», no podemos permitírnoslo.

Creo que es más fácil de adulto decir aquello de «no, yo es que la poesía no la entiendo» y así no tener que dar más explicaciones. Cosas de adultos que los niños tienen mucho más superadas, creo yo. Porque los niños si «la entienden». No solo eso, además la juegan, entienden su juego y lo disfrutan, bailan en ella, imaginan, ven, con una mirada mucho más clara que la nuestra, mucho más limpia, mucho más sencilla y libre.

Puede que lo que hoy os traiga sean dos posibles caminos para no olvidar esa poesía que bebemos en nuestros primeros años de vida y que nos ayuda a entender ese nuevo mundo al que acabados de llegar. Hay muchos más caminos, por suerte. Estos dos no son ni paralelos ni perpendiculares, no son ni contrarios ni iguales, no son ni mejores ni peores, pero son los dos maravillosos y podemos tomarlos tantas veces como queramos y en el momento que nos plazca.

El primero es un clásico ya entre los libros de lectura recomendada en los colegios de educación primaria: «Por caminos azules: Antología de Poesía Infantil», de Jaime García Padrino y Lucía Solana, con ilustraciones de Luis de Horna, editado en la colección Sopa de Libros por Anaya.

En este librito de menos de 100 páginas encontramos poemas de enorme belleza que salieron de la pluma de algunos de los más grandes en este arte: Lorca, Luis Rosales, Carmen Conde, Gloria Fuertes, Gabriela Mistral, León Felipe, Machado, Ángela Figueira Aymerich, Celia Viñas, Unamuno…y más.

Durante la etapa Infantil diariamente tenemos contacto con la poesía, la rima, el ritmo de las palabras, las nanas, las retahílas, los cuentos rimados, los juegos de corro, los juegos de palmas, los juegos para las rutinas diarias, para las partes del cuerpo, para saludar, para despedir…pero al pasar a primaria, al menos esa ha sido nuestra realidad, la de mis hijos, ese mundo se empieza a diluir y los libros ya solo pueden ser para ejercitar y afianzar el proceso de lectura.

Por eso este libro siempre me ha parecido un enorme acierto de recomendación de lectura en cursos como 2º, 3º o 4º de primaria (yo diría para siempre pero ¡no pidamos la luna!). La pena es que a veces (todas las veces en nuestro caso) la falta de tiempo, los estrictos planes académicos que se exigen a maestros y alumnos, la falta de motivación o, puede ser incluso, la falta de atracción hacia la poesía por parte del docente, haga que los poemas pasen simplemente como un medio para trabajar la memorización y, en el mejor de los casos, la dicción y la expresión oral.

LA MEDIA LUNA ES UNA CUNA
La media luna es una cuna, 
¿y quién la briza?
y el niño de la media luna, 
¿qué sueños riza?
La media luna es una cuna, 
¿y quien la mece?
y el niño de la media luna, 
¿para quién crece?
La media luna es una cuna, 
va a luna nueva;
y el niño de la media luna, 
¿quién me lo lleva?
          Miguel de Unamuno

¿No podemos utilizar esta bella nana, que Unamuno escribió cuando nació su primer nieto, para comenzar una clase sobre, qué se yo, las fases de la luna? Igual Unamuno me odiaría profundamente o puede que pensara que introducir la poesía dentro de la rutina diaria ayuda a que la bajemos a la cotidianidad y la sintamos como una forma más de expresarnos, incluso a veces la única manera de poder decir eso que sentimos y para lo que no encontramos otras palabras.

Si para bajar al patio a la hora del recreo de la mañana utilizamos «El juego» de una de las recopiladoras de esta obra, Lucía Solana, se convertiría en una canción más, que iría a los hogares de los alumnos y podría saltar al patio de la propia casa, o al parque, o a la plaza. Y así cientos de niños hablarían un mismo idioma gracias a ese «paso, pasito, pisotón».

EL JUEGO
Paso, pasito, pisotón. 
Corre, corre
que te pillo. 
En la acera
juego el niño
y en la fuente, 
el jilguero. 
Paso, pasito, pisotón
quieto, quieto
que te veo. 
En la plaza 
saltan los niños
y en  el agua
los luceros. 
Paso, pasito, pisotón, 
tú y yo
somos uno, 
somos dos. 
Lucía Solana

Pero en el patio del colegio, ya en pleno juego, también podemos recurrir a «¡A la comba!» de Gloria Fuertes con el que iniciaba la reseña. Y así, con esa cadencia que invita al salto acompasado de la cuerda que va y viene, seguiríamos normalizando la poesía en nuestro diario, haciendo que el lenguaje poético sea uno más de los muchos que utilizamos en el día a día y que leer poesía solo sea una más de las muchas cosas que niños y adultos pueden y quieren leer.

Podemos encontrar poemas para la hora de la clase de matemáticas, la de ciencias, para plástica o para educación física. Porque no hay lugar en el que un poema no sea adecuado y agradecido. Además de no costar nada, el beneficio es tan grande que merece la pena intentarlo, ¿verdad?

Puede que no se vea la «utilidad» en la lectura por placer de un poema cada día, porque esa utilidad no es tangible, ni medible ni evaluable. Pero eso no significa que no exista su valor. Nutrir el alma es útil, necesario y lo mejor que un niño puede sacar de la escuela primaria.

Mirando y remirando, leyendo y releyendo, encontraremos escondidos entre los poemas caricias, juegos, saltos, risas, sueños, letras, bostezos, adivinanzas, dibujos y garabatos, números, cuentas…infancia y verdad. Un tesoro en sus manos que deberíamos ser capaces de hacerles apreciar.

Portada de «El camino de las manzanas» de Estrella Ortiz, ilustrado por Mar Azabal, OQO Editora.

El segundo camino de hoy es Estrella Ortiz, tal cual. Podéis elegir cualquiera de sus libros, para cualquier edad, aunque adora a los más pequeños con los que tiene un don especial. «El camino de las manzanas» estaba listo para salir publicado justo cuando llegó el confinamiento y su autora, fiel defensora de las librerías, decidió esperar a su publicación hasta que las librerías no empezaran a reabrir. Así, su publicación se retrasó a mayo del 2020.

Es una historia sencilla, tanto que pareciera que ya la conocemos. Da la impresión de que esos pequeños animalillos son esos mismos que habitaban nuestros cuentos de la infancia, que Margarita, la de los dedos verdes y el cabello blanco, en algún momento vino a socorrernos igual que hace con la niña que busca las manzanas. Y así con ellos, animales y humanos, caminos y manzanos, vamos recorriendo un camino que seguramente ya hemos recorrido en alguna ocasión.

No importa, nada importa. Estamos a salvo entre amigos, y solo queda disfrutar, pasear, trenzarnos una corona de flores, escuchar lo que las hojas del árbol nos susurra al compás del viento:

«Cada uno da lo que tiene. Cada uno da cuando puede.»

Mar Azabal se ha encargado de ilustrar este cuento en verso de Estrella Ortiz y lo ha hecho con delicadeza y originalidad. Un collage en el que parece que podemos (queremos) tocar los rugosos troncos de los árboles. La dulzura del rostro de la niña, el de Margarita, la ternura en las miradas llenas de vida de los animalitos…todo el álbum rezuma amor, naturaleza, paz, ternura, cariño por el planeta, por los seres vivos.

¿Se le puede pedir más a un libro? Yo creo que no.

Es una historia sencilla pero que engloba muchas de las cosas que ocurren en la infancia: el miedo, la responsabilidad, la imaginación, la necesidad de jugar, la ternura, la búsqueda de respuestas, el gusto por encontrarlas, acumular tesoros en los bolsillos…

Dentro de la bibliografía de Estrella Ortíz la naturaleza es una de sus constantes. Y a través de su poesía aprendemos a quererla y respetarla, a ver en ella amistad, cariño, cuidado, calor, un lugar en el que estar y vivir felices.

Si en lugar de recomendar tantos y tantos libros para «trabajar las emociones» nos sentáramos con los niños en torno a libros como «El camino de las manzanas» el resultado sería mucho más enriquecedor tanto para los niños y niñas como para el adulto mediador. Porque la poesía nos ayuda a decir cosas, a hablar, a expresarnos. Porque en la poesía no hay una sola forma de entender el texto, sino una por cada lector que la lee o la escucha. Y si la poesía nos acerca a personajes y situaciones como las que vive esta pequeña niña en el bosque, y se la acercamos a niños y niñas como ella, el resultado será sorprendente. Solo hay que querer probar. ¿Te animas?

Espero que todos los días sean el Día de la Poesía y que en todas las escuelas se lean poemas a diario. Por nuestro bien y sobre todo, por el bien de los niños.

Bibliografía

«Por caminos azules»

Edición: Madrid, Anaya,1999

Illustrador: Luis Ignacio de Horna

Editores: Lucía Solana, Jaime García Padrino

«El camino de las manzanas»

Edición: Madrid, OQO Editora, 2020. 40 pags.

Autor: Estrella Ortíz

Ilustradora: Mar Azabal

Jugamos un cuento V

Portada de ¿Qué hace falta? de Gianni Rodari, traducido por Xosé Ballesteros, Ilustrado por Silvia Bonanni, editado por Kalandraka

¿Qué hace falta para hacer una mesa? – ¡Madera! – contestarán los niños, por regla general, aunque igual alguno contesta ¡dinero!. ¿Y para conseguir la madera, qué hace falta? – ¡Un árbol! – dirán algunos, o puede que la conversación torne hacia la industria, los carpinteros o vaya usted a saber… Las conversaciones con los niños se sabe por dónde empiezan pero nunca dónde va a terminar. El caso es que así, con estas simples preguntas, poco a poco, llegaríamos a descubrir cuál puede ser la esencia de la mesa, su verdadero origen y todo lo que hace falta para conseguirla. Una idea sencilla que Rodari convirtió en poesía.

No era este el libro del que quería hablar para esta quinta entrega de Jugando Cuentos. La cosa iba más hacia lobos y ratones, pero el caso es que llegó la primavera y el sol, ese sol que nos gusta tanto; el sol que entra por las ventanas a donde mi familia y yo nos asomamos para absorber toda la vitamina D que seamos capaces; ese sol y ese frescor de la calle que huele a vida, a vida naciendo en los árboles, en los jardines, en los parques y los bosques, incluso en las medianas de las carreteras, en las rotondas y en las jardineras de los balcones. Esa vida que está tomando las calles vacías, como los pájaros que ahora caminan tranquilos por las carreteras sin miedo a que un peatón o un coche pase.

Junto con la llegada de ese sol y esa primavera, yo preparaba junto a mis compañeras del Grupo La Espumadera, la reseña de «Y de pronto es primavera» y leyendo lo que de aquel precioso y poético álbum decíamos, que las cosas, en realidad, no ocurren ni llegan «de pronto«, que todo necesita de un camino, de un proceso, de tener paciencia, mucha paciencia y de poner todo el cariño y amor de que seas capaz para que las cosas lleguen a buen término, en ese momento pensé en el «¿Qué hace falta?» de Gianni Rodari. Porque ¿Qué hace falta para hacer cualquier cosa?.

Da igual si se trata de escribir una entrada en un blog, hacer la comida del día, entregar el informe al jefe, colocar la ropa lavada y planchada en los armarios, leer un cuento, cantar una nana, o preparar un café. Todo se vuelve mejor si en el proceso somos conscientes de todo lo que supone hacer cualquier cosa y hacerla bien. Prestar atención, estar presentes y fijarnos en todo lo que hace falta.

Nuestra vida diaria nos hace correr, constantemente. Corremos tanto que incluso ahora, que no podemos, seguimos corriendo con nuestra mente. Seguimos intentando cubrir todas las horas de nuestro día (y el de los demás) en mil tareas sin pararnos un momento a pensar en el proceso y disfrutarlo. A pesar de todo, disfrutarlo o al menos dedicarle un poco de tiempo a pensar.

Rodari le dio forma a esa idea y lo convirtió en un poema o una retahíla, un silogismo poético, que después fue canción gracias a Sergio Endrigo y se convirtió en una de las canciones infantiles más populares en Italia: «Ci vuole un fiore».

Por eso hoy os invito a jugar con el álbum que Kalandraka ha reeditado con motivo del Centenario Rodari que se celebra este año. Un Centenario que yo pensaba celebrar esta semana junto a un montón de niños en varias bibliotecas de Madrid con motivo del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se celebra el día 2 de abril. Pero lo celebraré igual, disfrutando de su obra, contando sus cuentos a los míos, jugando con la palabra como Rodari nos invitó a hacer, creando fantasías tal y como él siempre quiso que los niños y no tan niños hiciéramos. Os invito a jugar este cuento y a elegir una sola cosa de las que hacemos en el día sin pensar y le dediquemos un tiempo a reflexionar sobre qué hace falta para hacer esa cosa bien, realmente bien, para que resulte todo lo buena y perfecta que soy capaz de hacer. Solo una cosa, da igual cual, escribidlo en un papel y leedlo. ¿son muchas cosas? ¿pocas? ¿cuantos pasos necesita? ¿lo haríamos todos igual que tu? ¿qué hace que sea tu forma de hacerlo y no la de otro? ¿cuanto de ti hay en esa forma de hacer esa cosa? ¿es posible que tu hagas especial el resultado? Solo lo sabrás tu pero igual no está de mas saberlo, ¿no?

Os dejo aquí un pequeño cuento con la retahila y la canción que Sergio Endrigo compuso a partir de la retahíla de Rodari, un clásico en la cultura italiana. Después, ya sabéis, os espero para jugar.

Para hacer un collage

La ilustradora del álbum editado por Kalandraka, Silvia Bonanni hace magia con el collage. En esta ocasión el resultado no podía ser más acertado con la idea que intenta transmitir Rodari con su sencilla retahíla. Os invito a ver este vídeo de la ilustradora en el que nos propone hacer una estructura móvil con varios trozos de papel de colores fácil de hacer y que ayuda a liberar y hacer crecer la creatividad.

Siguiendo esa idea del collage la propuesta del primer juego de hoy no podía ser más sencilla: crear nuestro propio collage. Pero ¿de qué?. Pues de nuestra casa:

  • Elegir una estancia de nuestra casa para reproducirla
  • Buscar revistas viejas de cualquier tipo, incluidos periódicos
  • En caso de no tener revistas o periódicos, hacer acopio de todo tipo de papeles de colores y de distintas texturas, papeles que se vayan a tirar de facturas, etc. También valen retales de telas
  • En un folio intentar reproducir esa estancia con recortes de las revistas (buscar mesas, camas, lámparas, teles, radios…) e ir creando nuestra estancia mediante un collage.
  • Si lo hacemos con papeles de colores intentar jugar con los colores y texturas relacionándolas con los objetos que representan: papeles grises o metálicos para los electrodomésticos, telas para las colchas de la camas, para las cortinas, papel celofán para las ventanas, etc.

La idea es reproducir una estancia (salón, cocina, cuarto, baño, cuarto de estar….) mediante un collage a la manera que Silvia Bonanni nos lo propone en el álbum en la primera página del álbum.

Si los recortes que vamos encontrando nos inspiran a hacer otro tipo de collage (una frutería, una tienda de ropa, una de muebles, un jardín, un bosque, un mar..) ¡a por ello!. Siempre, siempre hay que seguir lo que la imaginación y la creatividad nos vayan diciendo.

La receta

La idea central de este texto de Gianni Rodari es la pregunta ¿qué hace falta? Una pregunta que nos hacemos habitualmente cuando queremos hacer, por ejemplo, una receta: ¿qué nos va a hacer falta para el bizcocho?. Allí, en la receta, estarán nuestros ingredientes y los pasos para su elaboración.

Gianni Rodari

En su «Gramática de la Fantasía» Rodari nos proponía jugar con las palabras, con sus significados o solo con su sonido y para ello nos dejó un montón de juegos e ideas, todas basadas en dejarse llevar por el absurdo, disfrutarlo y desde él hacer brotar la creatividad. Tirando de sus propuestas os propongo un juego para que le demos a la cabeza un rato, imaginemos y juguemos con el «sinsentido» o con lo abstracto y busquemos los ingredientes para crear cosas insólitas:

  • receta para un buen abrazo
  • receta de un suspiro
  • receta para conseguir una tarde de verano
  • como preparar una ola del mar
  • receta para un regalo inesperado
  • ingredientes y modo de preparación de un buen susto

Si no queremos ponernos demasiado filosóficos o «intensos» siempre podemos recurrir a cosas más terrenales como «receta para un buen cuento de miedo», «receta para hacer una batalla de cosquillas».

En cualquier caso la receta debe tener:

  1. Ingredientes, con cantidades y medidas
  2. Pasos a seguir en el proceso

Aquí, a modo de ejemplo, os dejo mi receta para jugar al parchís en familia:

Ingredientes:

  • 1l y 1/2 de estar aburrido
  • 500 gr. de ver que tu familia está cerca y tampoco tiene nada especial que hacer
  • Media taza de ganas de estar con los tuyos
  • Una tarde entera de domingo en casa
  • Una mesa de tamaño medio
  • 1kg y cuarto de parchís
  • Nada en absoluto de haber perdido las fichas del parchís. Se recomiendan al menos 3 por color
  • 4 colores de parchís: rojo, azul, amarillo y verde
  • 0 grs. de haber perdido los dados del parchís. Se recomiendan al menos 2
  • Media cucharadita de gracia
  • Un toque de humor para adornar

Elaboración:

Se coge el aburrimiento y se estira mucho hasta casi romperlo. Con esa tira larga de aburrimiento se hace un sombrero llamativo, una bufanda o un cinturón que llame la atención del resto de tu familia. Aprovechar la llamada de atención para sacar la invitación a refrescar con voz alta y clara:

-¿JUGAMOS AL PARCHIS?-

No dejarse intimidar por los 2 kg de dudas y resoplidos iniciales producto del aburrimiento.

Poner el entusiasmo en modo «a tope» y proponerse dispuesto a buscar el tablero, las fichas, cubiletes y dados e incluso a despejar la mesa.

Es posible que los ingredientes familiares estén un poco espesos y necesiten que se les remueva un tiempo. Hacerlo siempre con cuidado, cariño y paciencia hasta disolver tensiones o posibles grumos.

Si es necesario, adornar el emplatado con algunas chuches o palomitas según el gusto general.

Servir templado, acompañado de risas, chinchalarrabias, te-como-y-me-cuento-veinte y algún te-ha-salido-un-cinco-así-que-abre-el-puente.

No olvidarse de sonreír, no hacer demasiadas trampas y disfrutar.

Confundiendo historias…

Este último juego creo que lo hemos jugado todos alguna vez si somos habituales de contar cuentos a los niños. Rodari era muy dado a Confundir historias y hacer que en los cuentos tradicionales ocurrieran cosas raras, como que Caperucita fuera verde, fuera al supermercado a comprar la merienda y cosas similares.

Por eso os propongo un juego fácil para terminar y que no se necesita nada en absoluto más que la imaginación y un rato tranquilo y con ganas de confundir historias. Es mejor que sea una cosa improvisada de la que el resto no se esté dando ni cuenta para que la primera historia confundida sea de interés y consiga enganchar a tu público.

Piensa en un cuento tradicional que conozcas bien y tu familia también.

Pide a uno de los niños o a un adulto que te diga el nombre de un comercio, de comida, de ropa, de tecnología o lo que sea.

Ahora pídele a otro miembro de la familia que te diga el nombre de un familiar que no esté presente en la casa, abuelos, tíos, primos…

Como el número 3 es un número muy de cuento vamos a por un tercer ingrediente para confundir: pide a un tercer miembro de la familia (si no hay más repite con el primero) que te diga un objeto de la cocina (electrodoméstico, vajilla o cubiertos….da igual).

Con tus 3 nuevos ingredientes y te cuento tradicional empieza a contar y ve introduciendo los 3 elementos en alguna parte del cuento: Los tres cerditos salieron un día a comprarse unas botas al zara porque las tenían rotas de tanto bailar.

Solo tienes que dejarte llevar y disfrutar. La risa está asegurada y ¡cuidado!: verás como los niños te ganan de calle inventando historias.

Ánimo familias y seguid en casa, no olvidéis que lo estamos haciendo de 10. Cuidaos. Abrazos de cuento.

Una visita de San Nicolás

Portada de «Una visita de San Nicolás» de Clement C. Moore, Ilustraciones de Arthur Rackham y Ilse Bischoff, Editado por Reino de Cordelia. Traducción de Luis Alberto de Cuenca
"Twas the night before Christmas, when all through the house
Not a creature was stirring, not even a mouse."

Estos son los famosos primeros versos del poema «A visit from Sant Nicholas», un clásico de la literatura anglosajona que se publicó de forma anónima hacia 1823 y que en España publicó en 2013 la editorial Reino de Cordelia bajo el título «Una Visita de San Nicolás».

¿Pero que hay tan especial en este pequeño librito? La verdad es que para mi ha sido el gran descubrimiento de estas Navidades. Con él los editores de Reino de Cordelia felicitaron las Fiestas de Navidad en 2013 y, además de ser una original forma de felicitación, supuso el comienzo de la nueva colección Snacks de Cordelia.

Pero además, la publicación de «Una visita de San Nicolás» supuso la primera traducción al español en un volumen como este que se ha realizado. Pero además es que la traducción que Luis Alberto de Cuenca ha hecho es de una calidad y una calidez, está hecha con tanto gusto y cuidado que el resultado es una pequeña maravilla.

Al estupendo texto acompañan las ilustraciones de dos grandes ilustradores como fueron Arthur Rackham, conocido como uno de los más famosos ilustradores clásicos de libros infantiles ingleses, y Ilse Bischoff, autora americana, retratista, ilustradora y escritora.

La mezcla de los dos estilos de estos ilustradores resulta muy curiosa y atrayente. Rackham, con ilustraciones clásicas muy coloridas y siluetas a tinta, así como dibujos hechos con pluma, le aporta un toque clásico y muy elegante. Las xilografías coloreadas de Ilse Bischoff, con trazos más sencillos y más actuales, utilizando solo 3 colores, le da un toque divertido y más entrañable.

Pero estas dos visiones tan particulares de San Nicolás nos muestran al fin y al cabo toda la iconografía que ha llegado hasta nuestros días y que el autor, Clement Moore describe a través de sus versos.

En ellos encontraremos por primera vez escrito cómo es el San Nicolás de la tradición europea: un hombrecillo con barba blanca, que fuma una pipa, va vestido de pieles rojas y tiene una constante sonrisa amable en la cara y una gran barriga que se mueve cuando se ríe. Un saco con juguetes a la espalda le acompaña así como sus renos y su trineo.

Y es que la tradición de San Nicolás llegó a América desde Europa a través de las colonias holandesas que se formaron en algunas zonas de Estados Unidos. Allí se celebraba a principios de diciembre la fiesta de Sinterklass, que se transformó al inglés como Santa Claus. Sinteklass, Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel tienen su origen en San Nicolás de Bari, Obispo católico que falleció el 6 de diciembre del 343 y del que, a partir de su muerte, surgieron multitud de leyendas e historias atribuyéndole milagros.

Clement C. Moore, escritor y profesor de literatura griega y hebrea, escribió este poema para sus hijos a los que se lo leía en Nochebuena. Un día un amigo suyo decidió enviarlo para su publicación en un periódico de forma anónima. Fue tal la acogida del poema que se publicó en forma de pequeño libro acompañado de ilustraciones, pero siempre de forma anónima. Hasta que en el año 1844 el propio Moore lo incluye en su recopilación de Poemas, atribuyéndose así definitivamente su autoría.

Una preciosidad digna de convertirse en regalo navideño. Lo imagino en una pequeña caja forrada de terciopelo rojo…ahí lo dejo por si alguien tiene aún un hueco en su carta al ser maravilloso al que decida pedirle deseos…eso ya depende de cada cual.

Y con él cada año poder leer la noche antes de Navidad:

Nochebuena en la casa: no hay un sólo rincón
en el que alguien se mueva, ni siquiera un ratón. 
Los calcetines pueblan, pulcros, la chimenea, 
porque San Nicolás venga pronto y los vea. 



Desde Cuentos para Matilda solo nos queda desearos unas muy Felices Navidades y esperamos de corazón que el 2019 sea un gran año para todos.

Datos Bibliográficos

Título: Una Visita de San Nicolás
Autor: Clement C. Moore
Ilustradores: Arthur Rackham e Ilse Bischoff
Traducción: Luis Alberto de Cuenca
Edición: Reino de Cordelia, Madrid, 2013
Edad: + 1 año

María de la Luz Uribe y Fernando Krahn

 

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Portada de «Cuenta que te cuento» de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn

Una tarde de paseo

tropecé con un rey

magnífico y elegante,

pero todo de papel.

Haciéndome una gran venia,

este rey que me encontré

me regaló su corona,

que era toda de papel.

Me dijo: «En esta jirafa

iremos a recorrer

mi reino». Y juntos nos fuimos.

Y todo era de papel.

Con este hermoso cuento en verso de la autora chilena María de la Luz Uribe comienza «Cuenta que te cuento», uno de los libros de la autora, ilustrados por su marido Fernando Krahn. La Editorial Libros de la mora encantada lo reeditó en 2009 junto con otro de sus libros más conocidos, «Pero-Pero».

Hoy de la mano de esta niña y el Rey de papel os invito a conocer un poquito más de la obra de este tandem que tan bien funcionó y que tantas alegrías ha dejado en la literatura infantil de habla hispana.

Dentro de cualquiera de los libro escritos por Uribe se guardan sencillas historias en prosa y en verso llenas de inocencia, sensibilidad y alegría. Sentido del humor cercano, sutil y sencillo, personajes sin complicaciones a los que nos sentimos de alguna manera cercanos y cómplices, historias que nos dejan un gustoso sabor de boca y una sonrisa en los labios.

MLU_peroperoEstas dos obras, «Cuenta que te cuento» y «Pero-Pero», reúnen varios cuentos en verso, algunos tan conocidos como el referido «Rey de papel» o «La Señorita Aseñorada».

Todos tienen ese sentido del humor que se acerca al sinsentido y con el que disfrutamos siempre. En «Pero-Pero» encontramos por ejemplo la historia de «Tiempoantes», un reino muy bien guardado por torres, dragones, gigantes y leones feroces. Y es que en el interior de aquel reino vivían el Rey y la Reina y su adoraba y pequeña hija Bramante. Era pequeña pero de tamaño ya sus padres no querían que cambiara nunca y siempre fuera como la de antes. Y ella, que era buena y suave de carácter, así seguía, siempre igual, siempre pequeña.

MLU_peropero3Allí podemos ver a la pequeña Bramante, en su pequeña camita, con mesilla y con estandarte…no le faltaba de nada, solo la libertad.

Y es que el humor no está reñido con llamar a las cosas por su nombre y mostrar situaciones que, bien contadas, dejan un poso en la mente infantil y se hacen eco en el oído adulto. Pero no esperéis en los cuentos de Uribe historias con moralina porque no los encontraréis. Ella solo mostraba situaciones a veces locas, a veces absurdas, siempre divertidas y en muchas ocasiones sacadas del común diario de niños y adultos.

Un mantel de una mesa cualquiera en el que discuten tenedor, cuchillo y cuchara; una niña que no para de preguntar el por qué de todo a su madre; un pequeño ejercito de pipas de melón dirigidos por el Soldado Trifaldón que se deberá enfrentar a un ejercito de hormigas que solo buscan algo dulzón…Así era el maravilloso mundo de María de la Luz Uribe, mundo al que dio imagen y luz su marido Fernando Krahn.

MLU_DoñaPiñones-PG150Otra de las obras de Uribe y Krahn con la que más disfruto siempre es, sin duda alguna, «Doña Piñones», editado por Ekaré. Un pequeño libro sobre una pequeña viejecita, Doña María del Carmen Piñones, asustadiza y temerosa de todo, hasta de los vientos. Su miedo le hace pasar por situaciones tan cómicas para nosotros que las leemos, como terribles para la pobre viejecita.

Será un niño de buen corazón el que ayude a esta buena mujer y le ayude a dejar de tener miedo. La cuidará, la mimará y dará manzanilla y le hará ver que lo que tanto miedo le dio no era otra cosa que los cuatro vientos que la querían visitar. Y de la mano del niño se irá volando con los ventarrones…la doña María del Carmen Piñones.

Es también en 2009 cuando Ekaré reedita esta obra con nuevas ilustraciones a color hechas por Fernando Krahn. Unas ilustraciones en las que no falta detalle en esa pequeña casa de Doña Piñones: la vajilla, la ropa blanca doblada en el armario, la bufanda que está tejiendo la viejita con sus agujas y su ovillo, mantelitos y puntillas. Todo nos da idea de una pequeña casa acogedora de una abuela de las de antes. Una delicia servida en tacita de plata, pequeña y encantadora.

 

MLU_Viaje

Por último otro cuento en verso: «El viaje», publicado por SM en la colección Los Piratas del Barco de Vapor. Cuanta la historia de Tic y Tac que emprenden un viaje uno, con lo que lleva puesto y otro cargado por lo que pueda pasar. Con su fino humor y un gran protagonismo de la ilustración, en la que destacan los personajes principales, recorreremos el camino con ellos y descubriremos que a veces lo indispensable es mucho menos de lo que piensas.

Nos dejamos muchas obras necesarias y hermosas de la autora que no caben en una reseña y que tienen tanto derecho a estar como estás: «Historia de uno», «Dimes y Diretes», «Cosas y cositas» y un largo etcétera.

Su poesía, su obra en verso es lectura imprescindible para niños de cualquier edad. La sonoridad de los versos los hace cercanos desde bebés. Sus cuentos son sencillos y visuales, podemos imaginar con facilidad sus historias y en su nonsense encontramos la clave para engancharnos a ellas y querer seguir leyendo más.

Han pasado los años pero son historias que permanecen y permanecerán, porque siempre habrá niños que las quieran escuchar.

Datos bibliográficos

Título: Cuenta que te cuento

Edición: Libros de la mora encantada, Candeleda (Ávila), 2009. 28 págs.


Título: Pero-Pero

Edición: Libros de la mora encantada, Candeleda (Ávila), 2010. 32 págs.


Título: Doña Piñones

Edición: Ekaré, Venezuela, 2006. 48 págs.


Título: El viaje

Edición: Ediciones SM, Madrid, 1995. 28 págs.