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Cien semillas que volaron

Portada de «Cien semillas que volaron» de Isabel Minhós Martins y Yara Kono, Coco books

«Un árbol estaba a la espera de esperanzas». Que este espectacular comienzo no te asuste ni apabulle. Tranquila, deja que las ramas del árbol te arropen y acojan y simplemente respira profundamente para dejarte llevar por el viento.

Dejarse llevar. Como las semillas que salieron de las piñas del pino y como pájaros volaron hacia distintos lugares en busca de uno en el que echar raíces y florecer.

Pero a pesar de que el árbol había puesto todas sus esperanzas a veces las cosas no salen como uno espera…Aunque lo que si sabe hacer un árbol es justamente eso: esperar y esperar.

Saber esperar


Confío con todo mi corazón que aquellos que me seguís y leéis hayáis sabido esperar con paciencia (mucha mucha paciencia) a que volviera con una nueva recomendación. Desde aquí os doy las gracias por continuar visitándome y pido perdón por la ausencia ya demasiado larga para tener una justificación.

Pero a veces hay que parar un poco para volver con ganas. Hay que tener paciencia y saber esperar hasta encontrar aquel libro especial que te hace saltar del asiento y querer hablar de él a tus conocidos. No por mucho correr las cosas salen mejor, y soy de las que prefiere que si se hace, se haga bien. No me gusta publicar por publicar, y si no encontraba ese álbum del que hablar no le veía sentido a escribir nada.

Ilustración con texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Hacía meses que eso no ocurría y, para mi alegría, eso me ha pasado con dos álbumes durante estos últimos días. Hoy os traigo uno de ellos: «Cien semillas que volaron«.

Este álbum de la autora y también editora portuguesa Isabel Minhós guarda en su interior muchas cosas hermosas, como la piña del pino guarda en su interior las semillas.

La primera de ellas y para mi lo que más me gusta, esa alabanza al saber esperar, algo que deberíamos aprender de los árboles, entre otras muchas cosas.

El árbol espera y espera con tremenda paciencia y esperanza a que las estaciones pasen y que de sus ramas crezcan frutos. Sueña con un día especial, ese día en el que las piñas que habían crecido se secan para dejar escapar a las pequeñas semillas voladoras.

Como todo padre, el árbol se siente orgulloso de sus pequeñas semillas, de verlas volar y marcharse, de verlas aterrizar y volver a remontar el vuelo. Y una vez que se van vuelve de nuevo a esperar a que otro acontecimiento llegue, aunque no sepa ni cuando ni dónde será.

Rimar, contar y mirar


La autora nos propone un texto rimado y cantarín, divertido y a veces incluso guasón. Esto, unido a los números que van bajando y a esa sencilla repetición hace que la historia sea ágil, fluida y amena y que den ganas de seguir volando junto a las semillas.

Los dibujos son rotundos, coloridos, grandes, inundan las páginas y nos sitúan en ese bosque en el que imaginamos está el árbol. Una ilustración que para esas primeras edades lectoras de 0 a 5 es especialmente atractiva y les mete de lleno en el álbum.

En cada nuevo lugar un buen montón de semillas va quedando. Lugares habitados por personajes que, con su sola presencia, consiguen que todo cobre vida y tenga sentido a los ojos del niño que lo contempla: el río, la carretera, la montaña. Lugares no nombrados a veces, pero no por ello no imaginables: el jardín repleto de pájaros, el parque con ardillas y niños, la pradera con pequeños y juguetones conejos…

Formas geométricas, planas, grandes y vistosas. Algunas sobresalen de los bordes del libro de manera que, por un lado, dejan que la imaginación del lector sea la que complete el resto de su figura, y por otro, permiten a las autoras llamar nuestra atención sobre aquello en lo que quieren que nos fijemos.

La amabilidad de lo sencillo


A pesar de esas formas rectas y planas, de los colores y de los tamaños, todo en este libro tiene un regusto amable y delicioso. Lejos de la ñoñería, de los lugares comunes, de pretender nada pero consiguiendo decir mucho.

Una lectura que parece que acaricia, que anima a la paciencia, a ir meditando en los lugares en los que las pequeñas semillas se van quedando y por qué no son, en un principio, los mejores sitios donde una semilla puede llegar a ser algo más.

Es una delicia cuando te encuentras un texto así en el que va enseñando al lector que en la literatura no tenemos que dar nada por supuesto y que hay que seguir indagando y leyendo, mirando y pensando, buscando y rebuscando hasta dar con el desenlace. Que la lectura nos suponga pequeños retos y que esos retos crezcan con nosotros. Y que superar esos retos literarios sea la recompensa y el aliciente para buscar nuevos libros y nuevos retos.

Ilustración y texto de la edición portuguesa de «Cien semillas que volaron»

Lecturas que nos enriquecen por dentro, no solo porque nos «enseñen» algo sino porque nos interpelan, nos hacen pensar, nos hace cuestionarnos cosas y nos invitan a seguir investigando, preguntando y cuestionando.

En «Cien semillas que volaron» nos encontramos con la naturaleza puesta en la palma de la mano para que la podamos admirar y aprender de ella. Una lección sencilla sobre el proceso de reproducción de los árboles y de cómo consiguen repartir sus semillas por el mundo.

Pero también es un canto a la calma y la espera, una invitación a observar lo que tenemos a nuestro alrededor y a apreciar nuestro entorno por pequeño que sea, aunque sea una pequeñísima semilla.

Un libro que da gusto mirar, que arranca una sonrisa con solo contemplarlo. Un libro que alimenta…si, también es un libro que enseña, pero ¡ay! es que enseñar enseñan muchos pero no tantos son los que de verdad alimentan.

Datos Bibliográficos

Título: Cien semillas que volaron

Autora: Isabel Minhós Martins

Ilustradora: Yara Kono

Traductora: Mireia Alegre i Clanxet

Edición: Barcelona: Coco books, 2018

Edad: + 2 años

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