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Camino a la poesía

¡A LA COMBA!
Comba, comba, 
la que gane, que se ponga, 
la que pierda, que se vaya. 
Vaya, vaya, 
la valla del corral, 
el pollo sin pelar, 
la niña le echa la sal. 
Vaya, vaya, 
la arena de la playa. 
La niña con la ola, 
sola, sola. 
Vaya, vaya, 
quien pierda, que se vaya. 
Comba, comba, 
quien gane, que se ponga. 
                   Gloria Fuertes

¡Feliz día de la poesía! Ayer en muchos lugares se celebró el Día de la Poesía con hermosos recitales presenciales, en diferido, con poesía por teléfono, compartiendo autores y poemas en redes sociales…así que yo hoy quería hablaros de dos libros de poesía que me han tocado especialmente y no por las mismas razones.

¿Hay caminos que nos llevan a amar la poesía para siempre?, ¿por qué muchos nos descolgamos de sus redes tan pronto?, ¿qué hace que ese lenguaje con el que nacemos y aprendemos a decir nuestras primeras palabras se nos vuelva niebla ante los ojos a partir de ciertas edades?

Muchas son las dudas que me surgen sobre dónde está el error y sólo hay una cosa que tengo clara: la poesía es algo sin lo que el mundo sería un lugar muchísimo más triste en el que vivir y sin ella nada sería igual. Y es que hay cosas que no pueden «no existir», no podemos permitírnoslo.

Creo que es más fácil de adulto decir aquello de «no, yo es que la poesía no la entiendo» y así no tener que dar más explicaciones. Cosas de adultos que los niños tienen mucho más superadas, creo yo. Porque los niños si «la entienden». No solo eso, además la juegan, entienden su juego y lo disfrutan, bailan en ella, imaginan, ven, con una mirada mucho más clara que la nuestra, mucho más limpia, mucho más sencilla y libre.

Puede que lo que hoy os traiga sean dos posibles caminos para no olvidar esa poesía que bebemos en nuestros primeros años de vida y que nos ayuda a entender ese nuevo mundo al que acabados de llegar. Hay muchos más caminos, por suerte. Estos dos no son ni paralelos ni perpendiculares, no son ni contrarios ni iguales, no son ni mejores ni peores, pero son los dos maravillosos y podemos tomarlos tantas veces como queramos y en el momento que nos plazca.

El primero es un clásico ya entre los libros de lectura recomendada en los colegios de educación primaria: «Por caminos azules: Antología de Poesía Infantil», de Jaime García Padrino y Lucía Solana, con ilustraciones de Luis de Horna, editado en la colección Sopa de Libros por Anaya.

En este librito de menos de 100 páginas encontramos poemas de enorme belleza que salieron de la pluma de algunos de los más grandes en este arte: Lorca, Luis Rosales, Carmen Conde, Gloria Fuertes, Gabriela Mistral, León Felipe, Machado, Ángela Figueira Aymerich, Celia Viñas, Unamuno…y más.

Durante la etapa Infantil diariamente tenemos contacto con la poesía, la rima, el ritmo de las palabras, las nanas, las retahílas, los cuentos rimados, los juegos de corro, los juegos de palmas, los juegos para las rutinas diarias, para las partes del cuerpo, para saludar, para despedir…pero al pasar a primaria, al menos esa ha sido nuestra realidad, la de mis hijos, ese mundo se empieza a diluir y los libros ya solo pueden ser para ejercitar y afianzar el proceso de lectura.

Por eso este libro siempre me ha parecido un enorme acierto de recomendación de lectura en cursos como 2º, 3º o 4º de primaria (yo diría para siempre pero ¡no pidamos la luna!). La pena es que a veces (todas las veces en nuestro caso) la falta de tiempo, los estrictos planes académicos que se exigen a maestros y alumnos, la falta de motivación o, puede ser incluso, la falta de atracción hacia la poesía por parte del docente, haga que los poemas pasen simplemente como un medio para trabajar la memorización y, en el mejor de los casos, la dicción y la expresión oral.

LA MEDIA LUNA ES UNA CUNA
La media luna es una cuna, 
¿y quién la briza?
y el niño de la media luna, 
¿qué sueños riza?
La media luna es una cuna, 
¿y quien la mece?
y el niño de la media luna, 
¿para quién crece?
La media luna es una cuna, 
va a luna nueva;
y el niño de la media luna, 
¿quién me lo lleva?
          Miguel de Unamuno

¿No podemos utilizar esta bella nana, que Unamuno escribió cuando nació su primer nieto, para comenzar una clase sobre, qué se yo, las fases de la luna? Igual Unamuno me odiaría profundamente o puede que pensara que introducir la poesía dentro de la rutina diaria ayuda a que la bajemos a la cotidianidad y la sintamos como una forma más de expresarnos, incluso a veces la única manera de poder decir eso que sentimos y para lo que no encontramos otras palabras.

Si para bajar al patio a la hora del recreo de la mañana utilizamos «El juego» de una de las recopiladoras de esta obra, Lucía Solana, se convertiría en una canción más, que iría a los hogares de los alumnos y podría saltar al patio de la propia casa, o al parque, o a la plaza. Y así cientos de niños hablarían un mismo idioma gracias a ese «paso, pasito, pisotón».

EL JUEGO
Paso, pasito, pisotón. 
Corre, corre
que te pillo. 
En la acera
juego el niño
y en la fuente, 
el jilguero. 
Paso, pasito, pisotón
quieto, quieto
que te veo. 
En la plaza 
saltan los niños
y en  el agua
los luceros. 
Paso, pasito, pisotón, 
tú y yo
somos uno, 
somos dos. 
Lucía Solana

Pero en el patio del colegio, ya en pleno juego, también podemos recurrir a «¡A la comba!» de Gloria Fuertes con el que iniciaba la reseña. Y así, con esa cadencia que invita al salto acompasado de la cuerda que va y viene, seguiríamos normalizando la poesía en nuestro diario, haciendo que el lenguaje poético sea uno más de los muchos que utilizamos en el día a día y que leer poesía solo sea una más de las muchas cosas que niños y adultos pueden y quieren leer.

Podemos encontrar poemas para la hora de la clase de matemáticas, la de ciencias, para plástica o para educación física. Porque no hay lugar en el que un poema no sea adecuado y agradecido. Además de no costar nada, el beneficio es tan grande que merece la pena intentarlo, ¿verdad?

Puede que no se vea la «utilidad» en la lectura por placer de un poema cada día, porque esa utilidad no es tangible, ni medible ni evaluable. Pero eso no significa que no exista su valor. Nutrir el alma es útil, necesario y lo mejor que un niño puede sacar de la escuela primaria.

Mirando y remirando, leyendo y releyendo, encontraremos escondidos entre los poemas caricias, juegos, saltos, risas, sueños, letras, bostezos, adivinanzas, dibujos y garabatos, números, cuentas…infancia y verdad. Un tesoro en sus manos que deberíamos ser capaces de hacerles apreciar.

Portada de «El camino de las manzanas» de Estrella Ortiz, ilustrado por Mar Azabal, OQO Editora.

El segundo camino de hoy es Estrella Ortiz, tal cual. Podéis elegir cualquiera de sus libros, para cualquier edad, aunque adora a los más pequeños con los que tiene un don especial. «El camino de las manzanas» estaba listo para salir publicado justo cuando llegó el confinamiento y su autora, fiel defensora de las librerías, decidió esperar a su publicación hasta que las librerías no empezaran a reabrir. Así, su publicación se retrasó a mayo del 2020.

Es una historia sencilla, tanto que pareciera que ya la conocemos. Da la impresión de que esos pequeños animalillos son esos mismos que habitaban nuestros cuentos de la infancia, que Margarita, la de los dedos verdes y el cabello blanco, en algún momento vino a socorrernos igual que hace con la niña que busca las manzanas. Y así con ellos, animales y humanos, caminos y manzanos, vamos recorriendo un camino que seguramente ya hemos recorrido en alguna ocasión.

No importa, nada importa. Estamos a salvo entre amigos, y solo queda disfrutar, pasear, trenzarnos una corona de flores, escuchar lo que las hojas del árbol nos susurra al compás del viento:

«Cada uno da lo que tiene. Cada uno da cuando puede.»

Mar Azabal se ha encargado de ilustrar este cuento en verso de Estrella Ortiz y lo ha hecho con delicadeza y originalidad. Un collage en el que parece que podemos (queremos) tocar los rugosos troncos de los árboles. La dulzura del rostro de la niña, el de Margarita, la ternura en las miradas llenas de vida de los animalitos…todo el álbum rezuma amor, naturaleza, paz, ternura, cariño por el planeta, por los seres vivos.

¿Se le puede pedir más a un libro? Yo creo que no.

Es una historia sencilla pero que engloba muchas de las cosas que ocurren en la infancia: el miedo, la responsabilidad, la imaginación, la necesidad de jugar, la ternura, la búsqueda de respuestas, el gusto por encontrarlas, acumular tesoros en los bolsillos…

Dentro de la bibliografía de Estrella Ortíz la naturaleza es una de sus constantes. Y a través de su poesía aprendemos a quererla y respetarla, a ver en ella amistad, cariño, cuidado, calor, un lugar en el que estar y vivir felices.

Si en lugar de recomendar tantos y tantos libros para «trabajar las emociones» nos sentáramos con los niños en torno a libros como «El camino de las manzanas» el resultado sería mucho más enriquecedor tanto para los niños y niñas como para el adulto mediador. Porque la poesía nos ayuda a decir cosas, a hablar, a expresarnos. Porque en la poesía no hay una sola forma de entender el texto, sino una por cada lector que la lee o la escucha. Y si la poesía nos acerca a personajes y situaciones como las que vive esta pequeña niña en el bosque, y se la acercamos a niños y niñas como ella, el resultado será sorprendente. Solo hay que querer probar. ¿Te animas?

Espero que todos los días sean el Día de la Poesía y que en todas las escuelas se lean poemas a diario. Por nuestro bien y sobre todo, por el bien de los niños.

Bibliografía

«Por caminos azules»

Edición: Madrid, Anaya,1999

Illustrador: Luis Ignacio de Horna

Editores: Lucía Solana, Jaime García Padrino

«El camino de las manzanas»

Edición: Madrid, OQO Editora, 2020. 40 pags.

Autor: Estrella Ortíz

Ilustradora: Mar Azabal

Un pensamiento en “Camino a la poesía

  1. Bueno yo creo que es bueno que los niños la pasen bien y por solo que no sean grandes no le van a decir poesías bueno YO no celebro eso y SOY pequeña y no me importa gracias

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