«[…] Luego empezó a pensar en todas las cosas que Christopher Robin querría contarle cuando volviese de donde fuera a irse, y lo complicado que sería para un Oso de Muy Pequeño Cerebro el atraparlas y meterlas ordenadamente en su cabeza. Así que quizá -se dijo a sí mismo con tristeza-, Christopher Robin no me contará ya más cosas, y se preguntaba si ser un Fiel Caballero significaría que uno habría de conformarse con seguir siendo fiel sin que se le contasen cosas. […]»
Este es uno de los párrafos finales del segundo y último libro de las Historias de Winny de Puh del que ya os hablé en otra ocasión. Puh sabe en su interior que será la última vez que pase el tiempo haciendo Nada con su amigo Christopher Robin. No sabe por qué, no sabe qué va a hacer a partir de ahora Christopher Robin, pero sabe que ya no pasarán ratos de aventuras y descubrimientos juntos. Un punto y final a un momento de la vida de ambos descrito de manera maravillosa por A.A Milne.
Las despedidas son difíciles, tengas la edad que tengas, y forman parte del crecimiento personal de cada uno. Con los años aprendemos a desprendernos de cosas, a decirles adiós y a superar el momento sabiendo que en un futuro cercano esa partida dejará paso a nuevas cosas, mejores en muchos casos, distintas siempre y seguro que enriquecedoras. Pero cuando tienes 5 o 6 años la cosa se complica un poco.
Pueden tratarse de cosas que a ojos de adulto se entiendan como pequeñeces sin importancia, pero en el mundo infantil son enormemente importantes. Este verano, por ejemplo, mi hijo pequeño (casi 6 años) se encariñó de un enorme peluche que precisamente era Igor, el burro amigo de Winny de Puh. Un muñeco que perteneció a alguno de los hijos de los dueños de la casa en la que pasábamos unos días y que seguía vigilando el cuarto con su tierna mirada.
En la imaginación de mi hijo aquel burrito triste y desanimado era ya amigo suyo incluso antes de verlo en aquella habitación. El encuentro fue más un reencuentro entre dos viejos amigos. Tres días bastaron para que la relación se afianzara y se convirtieran en inseparables. Pero inevitablemente llegó el día de la partida. No penséis que fue una pataleta por un capricho (yo quiero, yo quiero, comprarlo…): aquello era una profunda pena causada por la certeza de que debía separarse de su amigo.
Una experiencia esta que me hizo pensar en la cantidad de pequeñas pruebas y obstáculos que debemos ir superando para crecer por dentro y prepararnos para situaciones, más difíciles y complicadas que nos depara el futuro.
Son momentos estos que cuando se saben ver y llevar a las páginas de un libro son muy agradecidos de leer y disfrutar. Los niños inevitablemente se van a identificar con la situación por la que seguro han pasado ya en algún momento. Este es el caso de los tres libros que hoy os traigo.
«No te vayas…» de Gabriela Keselman ilustrado por Gabriela Rubio, editado por Kókinos. Madrid, 2009. 36 págs.
La autora nos presenta a Catalina, una niña con largas coletas a la que no le gusta despedirse de nada ni de nadie. Se le hace un agujerito en el corazón y siente extrañas sensaciones en la tripa.
Grita ¡No te vayas! y entonces el día decide regalarle un último rayo de sol, el invierno una última bola de nieve, el diente a punto de caerse se disfraza de equilibrista de circo solo para Catalina, la espuma del baño burbujea para hacer cosquillas a la niña….pero después todo han de marcharse inevitablemente. Y cuando se van dejan paso a otra cosa tan hermosa y llena de posibilidades como aquella a la que despidió: una noche con una luna hermosa, una primavera espléndida, una moneda bajo la almohada y un montón de juguetes al fondo de la bañera.
Un álbum donde el rojo predomina sobre los otros 3 colores que bastan para dar forma al mundo de Catalina (negro, blanco y dorado). Con una estructura muy cuidada en la que tras cada nueva despedida de Catalina aparece una doble página sin texto donde cada lector puede interpretar a su manera lo que ve y lo que siente con aquella ilustración, produciéndose una curiosa mezcla entre lo que nosotros sentimos con lo que puede sentir Catalina.
Un álbum cargado de sensibilidad de una autora que se caracteriza por su capacidad para conectar con la mentalidad infantil.
«Pip y Posy. Un globo muy grande» de Axel Scheffler, editado por B de Blok. Barcelona, 2012. 32 págs.
De la mano del globo que pierde Catalina nos vamos a otro globo y otra historia sencilla pero muy acertada. Pip y Posy son dos grandes amigos creados por Axel Scheffler, ilustrador conocido por su colaboración en varias obras de Julia Donaldson como «El Grúfalo» o «Cómo mola tu escoba». Las historias de Pip y Posy son pequeños episodios pensados para niños entre 3 y 6 años en los que vivimos situaciones sencillas de su vida, como este en el que Pip disfruta con un enorme globo rojo junto a su amiga Posy hasta que el globo se le escapa de las manos y se pincha. Un llanto inconsolable invade al pobre Pip y será su inseparable amiga la que le ayude con dos pequeños pomperos. Juntos jugarán con las pompas de jabón y disfrutarán de ellas en su efímera existencia, disfrutando de todas aunque exploten porque las burbujas siempre han de terminar explotando.
Una mirada de niño en cada una de sus páginas y una solución mágica y perfecta como una pompa de jabón.
«Mi nueva casa» de Marta Altés, editado por Blackie Little Books. Barcelona, 2014. 26 págs.
Una mudanza reúne todos esos sentimientos de los que hemos estado hablando hasta ahora: miedo a lo desconocido, separación de cosas y personas a las que queremos, rechazo a lo nuevo, añoranza de lo pasado, esa sensación de «yo quiero que las cosas sean como antes».
Así se siente el protagonista de «Mi nueva casa», obligado a cambiar de ciudad, casa, amigos y colegio por una mudanza. «Lo nuevo da miedo…» dice en un momento de la historia, escondido detrás de su padre, mirando las caras extrañas de sus nuevos compañeros de cole.
Uno intenta creer en lo que los mayores nos repiten: solo deja que pase un poco de tiempo y verás como todo vuelve a ser como antes. Pero resulta tan difícil de creer y te llegas a sentir tan solo. La cosa es que igual no es como antes, no tiene por qué serlo, será distinto seguramente, pero no por ello será menos bueno. Descubriremos cosas que no conocíamos y aprenderemos nuevos juegos y seguiremos echando de menos a los amigos de antes pero los sentiremos cerca cuando sepamos de ellos por cartas o mensajes. Nuestro mundo se habrá ampliado un poco, y nuestra capacidad de acoger a cosas nuevas también. De eso se trata al fin y al cabo.
No siempre es fácil de explicar con palabras este tipo de sentimientos y seguro que los niños al ver estas historias se sienten identificados y de alguna manera reconfortados.
Tres historias que no nos van a quitar ese nudo del estómago cuando estemos tristes por haber perdido algo pero que seguro que conectan con los niños en cualquier momento. Y siempre, siempre, descubramoslas y disfrutemoslas con ellos.